Alfonso VIII el de las Navas

Un gran Rey, muy lejano en el tiempo pero algo más cercano en el espacio.

Con su victoria en las Navas de Tolosa abrió el camino a la esperanza.  Podía efectivamente, realizarse el milagro. 

Resulta abrumador pensar, cuando nos referimos a personajes tan lejanos de la Historia, la inmensa cantidad de tiempo que nos separa de ellos.

En este caso, nada menos que, casi novecientos años, una auténtica barbaridad…

Sin embargo, resulta curiosa la comparación, si lo examinamos atendiendo a la otra dimensión, el espacio. Parece entonces que al considerarlo así,  no resultan tan distantes.

Es interesante pensar, que lo que el tiempo aleja tanto, pueda  el espacio aminorarlo, concediendo a nuestra mente la posibilidad de percibir  hechos y personas tan remotos, como bastante más cercanos, solamente al relacionarlos con nuestros espacios actuales.

Veámoslo:

Es muy conocida, se trata de la  Nacional VI, efectivamente la Carretera de la Coruña.   En su punto kilométrico 114, cuando  circulamos ahora por ella,  pasamos por un pequeño lugar llamado Gutierre-Muñoz, tan cercano a la carretera que se ven sus casas. Con seguridad que nunca habréis entrado al pueblo, pero posiblemente pasar sí, incluso muchas veces.

Bien.  Pues allí precisamente, en ese pequeño pueblo, falleció una noche de Octubre de 1155, nuestro personaje de hoy.

Y curiosamente, también iba de viaje.

Sería solo camino, al principio de los tiempos, luego calzada romana, y después  – Cañada Real –  ahora, Autovía.   Es lo mismo, el caso es que por allí pasaba, puede ser que entonces a caballo, es igual, pero lo cierto,  que en ese lugar falleció.

 -¿Y quién era, oiga?

Nada menos que una de las figuras más trascendentes de nuestra Historia.

Un Rey Castellano.   – Alfonso VIII, el de Las Navas.-

Tenía también otros sobrenombres “El Noble”, “El Bueno” “El batallador” aunque por el que se le conoce más es, por el de las Navas.

Ya, ya, oiga ¿y eso de las Navas…?

Es que  fue nada menos, que el vencedor de la batalla más relevante de la Reconquista de España contra el Islam. Derrotó a los almohades allí, en las Navas de Tolosa, cerca del puerto de Despeñaperros, que entonces era conocido con el nombre de  – Puerto del Muradal -.

Bien es verdad que hubo tantas batallas por aquellos tiempos, hasta que aquellos esforzados españoles abuelos nuestros, fueron capaces de expulsar del territorio a los árabes, que casi puede parecernos que… en realidad… ¿una más?…

Claro, claro ¿y es que esa batalla precisamente, fue más importante que otras?

Mucho, muchísimo más, sin comparación.

Ocurrió en el año  1212  y consistió en el triunfo más decisivo de las armas cristianas sobre el poder musulmán en nuestro suelo, que  desde el año  711 lo habían conquistado. Fue esa batalla precisamente, la de Las Navas de Tolosa, la que determinó el principio del final de su permanencia aquí en nuestra geografía.

Eran las puertas que se abrían a la esperanza de un pueblo, por conseguir su verdadera identidad.

Fíjese como será de importante que hasta tiene un monumento, por cierto muy bonito, en aquellos lugares donde se produjo.

¿Dónde?

Exactamente en la Carolina, sobre el  kilómetro 280, más o menos desde Madrid, en la Autovía del Sur

Y  el caso es que… ¡Anda, que si la Carretera de la Coruña es conocida!, no digo nada de la de Andalucía.  Sobre todo por Despeñaperros… Se trata nada menos, que de la A-4. Un obligado itinerario cuando se va hacia cualquier parte el Sur.

Pues precisamente ahí, nos encontramos nuevamente muy cerca de otra de las importantes vivencias de nuestro personaje.  En este caso, de uno de sus más señalados triunfos, y por el que como decimos, más se le conoce.

La Batalla de las Navas de Tolosa.

Oiga, ¿y los venció el solo?

La verdad es que él solo no, efectivamente. Venció en la batalla pero le acompañaban el Rey de Aragón, el de Navarra y hasta el de Portugal, y por supuesto también algunos Obispos.

¿Obispos también?

Sí, si entonces iban a la guerra hasta los obispos.

¡Que cosas…!

Tendría que contaros ahora, los pormenores de aquel combate, pero casi lo evito ya que podría parecer superfluo puesto que lo que de verdad nos ocupa,  es recordar al protagonista. Digamos simplemente que ganó en el enfrentamiento, aunque no estaría de más recordar de pasada, sobre todo para los desmemoriados, que parece ser que se escuchaba en las filas cristianas tanto catalán, vascuence como castellano, así como que la primera línea de combate estaba mandada por un vasco, Don Diego López de Haro, y se contaban entre las líneas de ambos flancos  con tropas al mando de los Obispos catalanes de Barcelona y de Berenguer de Palou. Y hasta incluso también, que las cadenas que aparecen en el escudo de Navarra, son en memoria de aquellas que consiguieron los propios navarros desprender de los cuerpos de los guardianes del jefe supremo del ejército musulmán, el Miramamolín,  a las que había mandado encadenar su guardia personal.

Pero eso sí, lo que hay que contar es un detalle que seguro este sí, nos aproximará más a la persona de Alfonso, que es lo que pretendemos.

Cuente, cuéntelo…

Existe delante del monumento del que le hablo en memoria de aquellos hechos, una estatua de bronce como de un campesino o un pastor en actitud de dirigir a los  vencedores. Los reyes los Obispos y todos lo demás,

¿Y, quién es?

Nada menos que San Isidro. ¡Ay es nada!

¿Cómo, como?

Sí verá, San Isidro había fallecido en 1172 y en el 1212 se celebraban exequias en la Iglesia de San Andrés en Madrid, donde permanecía incorrupto su cuerpo.  Asistió el Rey a ellas y al ver los restos mortales, tremendamente sorprendido,  afirmó con rotundidad y dando fe de ello,  que el cuerpo le era perfectamente conocido.  Se trataba sin ninguna duda, del labriego que el día antes de la lucha, les había descubierto un paso entre los montes, por donde el ejército cristiano pasó inadvertido situándose en posición muy ventajosa con relación al enemigo.

Uno de los milagros conocidos del Patrón de Madrid.

Curiosísimo… oiga

Sigamos tratando de conocer mejor a nuestro protagonista de hoy, intentando poner nuestra atención nuevamente en los espacios y olvidando un poco el tiempo que de él nos separa.

Y no solo recordando sus triunfos, ya que en lo humano también son trascendentes los fracasos. Que naturalmente él también los tuvo, y muy importantes.

Y esta vez ¿Dónde?

Ahora, es una simple carretera comarcal, no, no tan concurrida como las anteriores.

Se trata de lo que ha sido toda la vida la Cañada Real, y que como casi siempre también había sido calzada romana, que conducía a Emérita Augusta, es decir a Mérida.

Pues ahí en la Nacional 420 como se denomina ahora, a la altura precisamente de una localidad llamada Poblete cerca del rio Guadiana existen las ruinas de un castillo que del que no llegó a terminarse su fortificación. Alarcos.

Muy cerca, en unos llanos contiguos se desarrolló la batalla.

¿Y esta no tiene monumento?

Pero hombre, como va a tener monumento… si la perdimos…

¡Claro, claro!…

Sí, sí,  la perdimos. Fue una gran derrota aunque me gustaría que se conociera para calibrar el talante de nuestro protagonista, un párrafo que transcribió de un historiador eminente:

Vicente Silió escribe que: «las tropas de Yasub eran tan superiores como para inducir al monarca cristiano a rehusar la pelea», pero se hallaba Alfonso VIII en la plenitud de su vida, con el vigor de sus cuarenta años y no pensó en ningún instante retroceder ante el enemigo. Prefería morir antes que contemplar la gran catástrofe que se avecinaba. Y a fe que si no hubiese sido por la intervención de algunos nobles, que muy en contra de su voluntad, le sacaron del campo de batalla, hubiera sucumbido.

Que barbaridad… que tío más valiente…

Fue clarísimamente, un gran Rey  este soriano de origen, al que ahora nos estamos acercando en sus particulares espacios y vivencias, Alfonso VIII.

Era el año 1155,  cuando nacía allí precisamente,  en Soria, la Ciudad del Duero, este personaje que supuso tanto para nuestra civilización. Nada menos que concedernos con su triunfo la ilusión de conseguir aquel anhelo que durante casi cinco siglos llevábamos pretendiendo conseguir.  Expulsarlos.

Nos define el personaje uno de sus más asiduos compañeros, que estaba con él en Las Navas y en otros muchos lugares.  Tantos, que hasta en Gutierre-Muñoz se encontraba con él a la hora de su muerte.  Se trata de Don Rodrigo Jiménez de Rada. Un Obispo, diplomático, guerrero,  fundador de la Catedral de Toledo, y además autor de una Crónica histórica llamada  -De Rebus hispanie- en latín.

-Habremos de reconocer, desde luego, que en este asunto de los Obispos, hemos retrocedido bastante. Además de religiosos, iban a la guerra y encima escribían historia

Efectivamente. Tiene usted toda la razón.

En su obra  nos detalla las características de los Reyes de Castilla, y de este dice textualmente:

No se descomponía mucho en las adversidades, ni se exaltaba demasiado en las prosperidades.

Lo que si nos es conocido, por lo que nos cuenta la historia, es que tuvo una infancia, podríamos decir bastante “movidita” este Rey, ya que en aquellos lejanos tiempos se le daba mucha importancia a la educación del Monarca desde su niñez.  Bien es verdad que habría de tenerla, dadas las exigencias de carácter fuerte, combativo y  preparado para la guerra que se pretendían para cuando llegara a su edad adulta.

También, y puede que tenga más importancia, el hecho de que los nobles se disputaran desde tan  corta edad sus influencias.

Aunque no hay que olvidar que todavía eran reinos distintos. Castilla era una cosa, y otra distinta León.

Por una u otra causa, el hecho es que su infancia hemos considerarla verdaderamente turbulenta por las luchas entre las distintas facciones de la nobleza castellana de entonces, los Castros y los Lara. Que peleaban con verdadero apasionamiento en lo referente a la  crianza y educación del Rey, ya que había quedado huérfano a muy temprana edad, solo con tres años.

Desacuerdos estos entre ellos, que llegaron a convertirse en  una verdadera conflagración armada en toda regla, y  que terminó cuando el bando de los Castros venció al de los Lara, cerca de la localidad vallisoletana de Villabrágima, en la llamada batalla de Lobregal.

Ocurría con ello, que al ser los Castros, aliados del Rey de León, habría de ser llevado el muchacho allí.  Y dicen las crónicas, término este que se emplea normalmente cuando no están muy  claras las cosas, que un hidalgo llevó secretamente al niño, a refugiarlo en una de las ciudades fortificadas leales al bando castellano, Atienza.

Sitiada con este motivo la ciudad por el ejército leonés, parece ser que existía en la localidad una Cofradía de arrieros, que con habilidad y disfrazando al muchacho, lograron burlar al ejército asaltante sacándolo del pueblo y conduciéndolo en  siete jornadas, a sitio más seguro.  Ávila.

Es desde entonces y hasta la actualidad, que en la localidad de Atienza se celebra, rememorando aquellos avatares, todos los años  el Domingo de Pentecostés, una fiesta, llamada  – La caballada – y en la que se consumen siete tortillas como recuerdo de aquellas célebres siete jornadas de camino.  Eran unos doscientos Kilómetros evitando la Sierra y en siete días suponen jornadas de unos 20/25 diarios….¡Que… en carro…!

Y, aparte del recuerdo, ¿existe ahora algo en Atienza que nos los rememore?

Pues sí, existe  una Cofradía llamada de la Santísima Trinidad, ahora bajo la advocación de la Virgen de la Estrella, que parece ser la heredera de la Agrupación de arrieros que sacaron al chaval de la Ciudad.

Es fácil realmente, visitar Atienza y podríamos con ello recordarlo…

Hay otra carretera…

¿Otra más?…

Sí, en este caso la Nacional  N-122, que según dicen, es actualmente la más peligrosa de todas las de España, que discurre entre Zaragoza y Soria, para después llegar a Valladolid.  Fue también de antiguo, Calzada Romana entre Caesar-Augusta y Uxama-Argaela, actualmente Zaragoza y Burgo de Osma.  Y discurre  por una ciudad que nos aproxima también al personaje: Tarazona y su comarca. Lugar de importancia estratégica que fue en tiempos frontera entre cuatro Reinos, Castilla, León, Navarra y Aragón, y es una de las Diócesis más antiguas de España.

Precisamente, aquí en Tarazona, contrajo matrimonio bastante joven nuestro hombre.

¿Con quién?

Pues, con una gran mujer. Leonor de Plantagenet.  Una princesa de origen francés, hija de los reyes de Inglaterra, y hermana por tanto de Ricardo “Corazón de León” y de “Juan Sin tierra”,  que bien podemos asegurar que proporcionó brillo, elegancia, modernidad y hasta trascendencia a su reinado.

Una vez más la superioridad masculina a la hora de las decisiones,  y la femenina en lo relativo a los sentimientos.

Lo verdaderamente curioso son las edades de los contrayentes.

Él quince y ella diez.  Sean cual sean los tiempos, parece un verdadero desatino. Pero lo verdadero e innegable, es que no sabemos cómo estaría  posteriormente gestionado, aunque lo que son  verídicas y no engañan, son las fechas.

Mucho han tenido que modificarse las condiciones biológicas, intelectivas incluso  psíquicas y de comportamiento. ¿Pero…?

La verdad, es que se comprende, y no merece demasiadas explicaciones lo complicado de eso, que llamamos “gestión” posterior al matrimonio, que por lógica habría de estar encomendada al personal palaciego y al circundante clero. Seguro habrían en ocasiones de tener bastantes dificultades. Es natural.

Desde luego, con esas edades…

Tampoco  es que Tarazona esté lejos, si deseamos estar cerca de otra de las vivencias personales de nuestro protagonista.

Pues verdaderamente, aunque la pregunta es… ¿Cómo de feliz fue en su matrimonio?

Naturalmente no tenemos elementos de juicio, aunque no se le conocen trajines extra-matrimoniales como a casi todos los otros.

Tampoco Cuenca. Que es preciosa ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad, está demasiado lejos.

¿Ahora a Cuenca…? 

Sí verá, es que en ella vamos a estar realmente muy cerca ya, no solamente de él,  incluso del matrimonio, de Alfonso y de Leonor.

En 1177, Alfonso VIII  conquista  la ciudad árabe de Qunka, la actual Cuenca. Y le concede sus fueros.

En su escudo hay sobre un fondo rojo, que recuerda la sangre derramada para su posesión, un cáliz de oro y una estrella flotando sobre él, pues parece ser, porque fue  el día de la epifanía cuando comenzó el asedio. El cáliz, puesto que la entrada de las tropas cristianas a la ciudad fue el día de San Mateo. 21 de Septiembre, que desde entonces celebra la Ciudad su Fiesta Grande.

Y  ya si queremos estar todavía más cerca de nuestro protagonista, podemos ver el día anterior a la fiesta, como se entrega el Pendón Real con las armas de Alfonso VIII, que se conserva en la Catedral, al Concejal más joven, con la promesa de devolverlo al día siguiente, y como este lo porta en procesión al Ayuntamiento donde pasa la noche.

Al estar en Cuenca, bueno será tener también un recuerdo para Leonor.

¿Cual, cual puede ser el recuerdo?

Pues naturalmente. Su Catedral.

Se llama de Santa María y San Julián y es uno de los ejemplos más interesantes de la entrada del estilo gótico en España.  En su arquitectura resulta  innegable la influencia de ella, es decir  gascona de donde procedía, intentado imitar el arte anglo-normando de la Catedrales francesas.

También hemos de  entender que aquella gran mujer, bien es verdad que  – de raza le venía –  ya que su madre Leonor de Aquitania, fue una de las personas más trascendentes de la época. Reina Consorte de Francia y de Inglaterra por sus dos matrimonios.

Reconozcamos que la hija no la hizo de menos como Reina Consorte de Castilla.

Reformó aquella anodina y atribulada Corte trayendo a ella trovadores, músicos, pintores y arquitectos y comenzando a consolidarse el castellano como lengua.

Es el tiempo de la aparición de Poema del Mío Cid.

La modernidad se hacía patente también con la llegada de miles y miles de peregrinos hacia Compostela, venidos de toda Europa.

Sin embargo, es Burgos la ciudad que se afianzaba como lugar de residencia de estos Reyes.

¿A Burgos ahora? Es mucho viaje ya, ¿no le parece?

Claro,  pero es que es esta ciudad,  Burgos, el espacio donde podemos estar no ya más cercanos espiritualmente sino hasta tangiblemente cercanos a ellos, a los dos.

Ella desea y consigue del Rey, permiso para fundar un Monasterio a semejanza del que existía en  -Fontevraud – en el Loira francés.  Y es su pretensión, además, que las monjas cistercienses que lo habiten tengan, al menos en la vida religiosa, tanto poder como el de los hombres. Así se lo plantean al Papa Clemente III, que lo concede, considerándose la abadesa como verdadera autoridad dependiente solo del Pontífice.

Una de las hijas del matrimonio, Constanza fue una de sus primeras abadesas.

Y  ahora, lo más llamativo pueda ser, para aproximarnos a su persona, que ya que estamos aquí, visitemos su sepultura,  en el Monasterio de las Huelgas, donde reposa junto a su esposa, que falleció pocos días después de él y que también está inhumada aquí.

Desde luego, fue un gran Rey en todos los sentidos, guerrero, luchador, esforzado, valiente y atrevido, que era lo exigido en aquellos tiempos de guerras, pero también con un  gran sentido de la misericordia y compasión para con el vencido.  Un hombre a si mismo digno y leal para con los suyos, íntegro y honesto.

Aparte de eso como gobernante trató siempre de atender las necesidades sociales, religiosas y sobre todo culturales de sus súbditos.  Y, a propósito de ello, y para que el viaje sea completo hemos de acercarnos a Palencia…

¿También a Palencia?…

Pues sí, ya que fue en esta ciudad donde consumó uno de sus grandes proyectos.

¿Cuál?

Pues nada menos que la creación del primer proyecto universitario, con la fundación del  – Estudium Generale – donde se enseñaban trívium y Cuadrivium es decir Teología y Artes.

Cierto verdaderamente, que un dignatario de lo más completo.

Además tendríamos que pasar por Segovia, y en ella por su Alcazar, donde la huella de nuestro Rey Alfonso es muy importante…

Resulta que estamos recorriendo casi España entera…

Claro… claro.

Y en lo personal, unido hasta el final de sus días a esa gran mujer, que ya parece que también conocemos a la que podríamos afirmar que con gran afectividad y también hasta con bastante efectividad.

Diez hijos, son el testimonio. Incluso algunos más. Que dicho así, puede parecer hasta  irrespetuoso, pero ocurre que en los sarcófagos aparecen más restos.

Pues, si señor, realmente lo que se dice un buen hombre claramente en todos los sentidos…

Aunque tiene una faceta curiosa que le añaden ahora, y que posiblemente, hasta pueda ser mentira, pero es tan bonita, contada como lo hacen actualmente, que también sin duda, por ella, se le recuerda bastante.

Se trata de que a muchos personajes históricos se les “cuelgan” sin saber la causa por algunos historiadores, o mejor dicho por algún aficionado, hechos que posiblemente no se atengan absolutamente a la verdad histórica, que son lo que llamamos – leyendas.-

Y que posteriormente con el tiempo, van dando carta de naturaleza  al personaje, sobre todo si están contadas con verdadero atractivo literario y cierto lirismo.

Lo verdaderamente cierto, es lo dicho antes: que, sea lo que sea, verdad o mentira, algo contado muchas veces, llegamos  a convertirlo sin querer en una certeza.

Los Historiadores, exclusivamente los honestos, que son los que pueden arrogarse ese título, así con mayúsculas, también nos advierten de ello. Ocurre lo mismo que con otra profesión muy parecida, los periodistas, a los que les ocurre algo muy similar.

A estos, con el presente y aquellos con él pasado.

Lo que sucede es que ciertamente,  si unos u otros trabajan  a las órdenes de algo o de alguien,  o incluso si sus trabajos están influidos exclusivamente por  ideas preconcebidas,  perderán ecuanimidad, equilibrio y por tanto rectitud, y de ello que algunas veces ya no sea necesario ni siquiera usar mayúsculas para definirlos.

Es por esto,  que me permito trascribir ahora literalmente, un criterio de una de las personas que desde mi punto de vista tienen  autoridad para ello.  Lo admiten así hasta sus detractores, que los tiene, claro está. Pero  es persona admirada, respetada y considerada por mí, como para que su criterio sea tenido muy en cuenta.

Se trata, nada menos que de Don Luis Suarez Fernández  y  dice:

Las leyendas son falsificaciones, es decir mentiras, que no ayudan ni aportan nada a la comprensión del personaje, y muy al contrario lo tergiversan y destruyen.

Efectivamente, una gran verdad.

Aunque estoy seguro de que alguien, solo al conocer el nombre del aludido aducirá inmediatamente:

Si, claro pero es que, es franquista y del Opus…

Bueno, pues aun así.

No se canse usted que esto es España, y no podemos remediarlo.

Será lo que sea, aunque para mí, un gran historiador y eso me basta. Posiblemente no estaré absolutamente de acuerdo con todos sus alegatos, pero quién soy yo ante él. Pues nada.

Pero además… que puñetas importa eso…

Simplemente lo admiro, por su ingente y maravillosa obra, entendiendo que solo por ella, merece la máxima consideración y respeto.

De esta manera, y por lo que comentamos con anterioridad, tenemos a este gran Rey, esforzado, valiente, caballeroso, austero y honesto pero, conocido más que nada, por una leyenda.

Se trata de Raquel, la judía de Toledo.

Tal vez ¿un lio de faldas?

Algo así, aunque no existe absolutamente ningún documento que corrobore el asunto, y sin embargo… Hemos de reconocer que…

Fíjese que preciosidad contada así, como imagino:

Despuntaba el alba en un hermoso paraje cercano a Toledo.  Aquel hermoso día de primavera que con sus primeras luces, veía salir de caza al Rey.

En un lance advirtió nuestro señor, que  un veloz halcón en su rápido vuelo, atacaba a una paloma, y con raudo movimiento disparó una flecha, atravesando a la rapaz.

Cayo el pájaro herido en el cercano patio de un hermoso jardín, y en persona el Rey pidió permiso para recogerlo. Era la casa de una bellísima mujer, de ojos grises, pelo sedoso y seductora sonrisa, con ondulado cuerpo, de sublimes formas.

De raza judía por más señas, y fue aquella encantadora mujer quien atendió la demanda del monarca.

Visitó el Rey alguna vez más la casa y a su moradora halagándola con ricos presentes que ella  siempre rechazaba. Cada vez era mayor la asiduidad de las vistas… tanta, que con ello descuidaba su hacienda y los requerimientos que su prestigio como  Rey  le eran demandados.

Dice la leyenda, que tanto fue su desvarío que todo lo abandonó.

Hasta que unos caballeros de su entorno palaciego, instigados por la Reina Leonor su esposa, dieron muerte a la judía.

Tanta fue la cólera del Rey, que mandó matar a los causantes y enclaustró a su esposa en un convento.

Bonita, bonita de verdad la leyenda, es cierto

Sí, efectivamente, puede resultar hermosa, pero también tengamos cuidado,  que puede resultar como mentira que es, injusta.

Naturalmente no, no debemos ensombrecer su nombre con una ficción, por bonita que nos parezca.

Parémonos a pensar, y juzguemos.

¿Sería equitativo que el largo recorrido, de un mandatario cualquiera, por ejemplo, el de alguien de cierta actualidad como nuestro emérito Rey Juan Carlos. Que con sus mejores y peores momentos, con sus claras y oscuras situaciones, durante el largo recorrido de su trayectoria, ha contribuido a la Transición de nuestro País a la Democracia.   ¿Y que  su  innegable habilidad diplomática,  la empañáramos con un simple recorte de periódico, en el que encontráramos la reseña de una cacería en África acompañado de una señora?

No, ciertamente, no sería justo.

Aquí, como con  Alfonso VIII, ocurre algo muy similar. Incluso peor, ya que en este caso, por no haber, no hay ni elefante.

No, no  debemos ensombrecer su figura  con una ficción por bonita que nos parezca.

Pero no hay duda, de que lo que si ocurre, también con esto, es que sin notarlo, nos  pone algo más cercano a nuestro Alfonso,  el de las Navas.

La sensación de conocer tantos lugares en las que tuvieron lugar sus acontecimientos personales, así como tantos sitios actuales cercanos a nosotros ahora donde tuvieron lugar sus particulares hechos. Los emplazamientos de sus triunfos y de sus fracasos. Las localidades donde se conservan huellas de sus vicisitudes.  Incluso pudiendo sentirnos cercanos a esa leyenda, hasta  conociendo que sea falsa ¿No le dan a usted la sensación tantos hechos, de que nos acercan a él?

Y que conociendo sus realizaciones, y hasta agradeciendo sus triunfos y  lamentando sus fracasos, pero sobre todo sabiendo que sus restos mortales están tan próximos en el espacio.

¿Quién no tiene la sensación de que estamos hablando de un personaje actual?

Tiene usted razón, ahora lo veo como más cercano al conocer los lugares donde tuvieron efecto esas vivencias. Casi tengo la sensación de que mañana en el periódico podré leer algo suyo, curiosamente parece que me encuentro más cerca de él…

La eterna discrepancia, entre el espacio y el tiempo.

En realidad, es que son tan poca cosa, novecientos años…  ¿Verdad?

Pues sí, es verdad muy poca cosa

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