Gelmirez

Importante político, diplomático, marino, estratega, benefactor de su ciudad, aristócrata influyente, confidente de reyes, arbitro de diversas contiendas entre gobernantes, astuto estadista, dirigente, mandatario…. Y además Arzobispo.

Ha sido y lo sigue siendo El Camino de Santiago el más importante lazo que nos ha unido desde siempre con  Europa.  Peregrinar a Santiago es la bendita obligación general. Nunca llega a estar completa una personalidad hasta que no se haya  realizado su andadura individualmente.

Son dos las razones  por las que llega hoy este personaje histórico a ocupar ese íntimo rincón de vuestro mundo virtual.

Una evidente, que sin lugar a dudas viene dada por la importancia que tiene históricamente el personaje, como una de las figuras más destacadas de la Historia Medieval española.

Solo por esa, ya sería más que suficiente. Estamos ante uno de esos personajes  de los que sin duda podríamos asegurar que es a él, de manera muy exclusiva,  a quien tantos, le deben  prácticamente  todo:

En particular, el Apóstol Santiago,  la devoción, el culto, la veneración y también la liturgia que le dedicamos por su dignidad como discípulo de Cristo, y también de evangelizador.  En general, la Cristiandad, ese fenómeno universal  que supone ser con  otro Apóstol, Pedro en Roma,  y Jerusalén por su significado,  las cabezas visibles  de una religiosidad ecuménica e internacional.  Y por último la propia ciudad de Santiago de Compostela,  llegar a ser una de las capitales religiosas monumentales, sede arzobispal  y de mayor trascendencia espiritual del mundo moderno, además de objetivo y culminación final, de una de las peregrinaciones más importantes del mundo cristiano  como es el célebre  – Camino de Santiago-, y hasta la propia Galicia, el reconocimiento a un personaje que incluso por encima de su espacio estrictamente eclesial,  se  convierte en figura representativa de la defensa y engrandecimiento del territorio.

Nada menos que todo esto en gran parte, se le debe a nuestro personaje de hoy.

Pero existe también otra razón que aparece ahora. Aunque esta es más oportunista.

Se trata del hecho de que su monumental figura, nos va a dar motivo para junto a él, conocer  por si alguien todavía  lo ignora, el maravilloso trabajo que se ha realizado en… “su Catedral”.

Efectivamente, la de Santiago de Compostela, y precisamente en una de sus cumbres artísticas universales que  es,  su  Pórtico de la Gloria.

Cumbre sí,  sin ninguna duda, y de las más importantes del arte universal.

Se trata de esa monumental y bellísima  Biblia  escrita en piedra, que durante siglos se ha encargado de dar la bienvenida a tantos millones y millones de caminantes, es decir de creyentes, que han conseguido su equilibrio espiritual  al leer  con el corazón  lo escrito en ella. Y que ha significado el premio a su esfuerzo, la compensación de su empeño y  la recompensa a tantos sacrificios.  Disipando a su vez en muchos de ellos  sus dudas,  con ese maravilloso bálsamo espiritual que a tantos ha servido,  para afianzar su fe.

Una obra que a través de los siglos, hemos considerado muchos, religiosos y paganos, creyentes e incrédulos,  como  la culminación de algo tan inexplicable como evidente.

Con esa  figura del Apóstol en el tímpano central, sosteniendo él solo, la representación de la Divinidad,  y trasmitiendo con su semblante de serenidad, y hasta de benevolente y equilibrada autoridad: concordia, sosiego, esperanza y lo más importante bondad.

Es importante y gozoso el engalanamiento que se ha realizado del Pórtico, ya que  puede significar que nuestras autoridades, posiblemente hayan percibido el silencioso clamor  que han formado tantas voces, al darse cuenta de que nuestro Patrimonio, no es que se esté deteriorando, no, es que se está cayendo a pedazos, como le estaba pasando al monumento.

Y, resulta que… es nuestro, exclusivamente nuestro…

Aunque… ¡claro!…  Esto puede significar, que las personas tan extraordinariamente buenas y caritativas  que nos gobiernan,  consideren que  nuestro criterio,  sea  solo  una muestra de un  trasnochado, antiguo y malsano egoísmo.

Y  ha de ser así de cierto, puesto que hasta que una Fundación privada, (Barrie de la Maza) no se ha hecho cargo de los gastos de la obra, no han movido un solo dedo.

Puede ser, intentando pensar bien, que consideren que es tan ingente la labor a realizar… Pues… que al no poder atender a toda, y queriendo no caer en injusticias…  lo mejor pudiera ser, no atender a ninguna.

Agradezcamos por tanto a estos,  a los ricos, que según las normas de nuestra religión, es muy difícil que  entren en el Reino de los Cielos, ya que por supuesto, todos ellos  estarán ya repletos de clérigos y políticos que dedican nuestros impuestos,  primero en beneficio propio,  y después  haciendo alardes caritativos, pero eso sí, siempre con los otros.

Efectivamente,  esto del Pórtico ha sido un trabajo muy bueno, y muy bien hecho.  Es verdad, merece la pena lo conseguido, y por ello que sea mejor darlo a conocer a cuantas más personas mejor, incluso, al menos para mí, una auténtica responsabilidad personal, por si alguien por cualquier circunstancia no ha podido  admirarlo todavía.

Aunque desde luego como corresponde, lo primero, el protagonista.

En este caso,  un Obispo.  Gelmírez.

Pero claro, un obispo de los de antes…

Sí, sí, de acuerdo… de los de mucho antes. Tenéis razón.

Cierto, que algunas veces pido a mis lectores un esfuerzo de imaginación para intentar ponerse mentalmente en algún otro tiempo pasado, y con ello tratar de entender algún personaje…

Ahora, la verdad es que ni lo intento, lo  considero inútil.

Ni yo mismo, soy capaz de acomodar mi mente  para entender el tiempo, las circunstancias y sobre todo los personajes a los que nos vamos a referir.

Aunque  de alguna manera, lo verdaderamente difícil posiblemente, no sean los tiempos, sino las peculiaridades  personales y sociales de los personajes que intervienen, con aquellos  atributos y competencias, que vistos desde la óptica actual causan verdadera extrañeza.

Lo sencillo para explicar este fenómeno de la presencia y relevancia de personas pertenecientes  al poder espiritual en campos cercanos al otro poder, es decir al terrenal, pueda ser simplemente observar como en cualquier sociedad desde los más remotos tiempos, ha existido una figura enigmática y borrosa aunque significativa, y a veces determinante, de alguien que sin pertenecer al mundo material, resulta influyente en la verdadera autoridad institucional,  solo por permanecer  muy cercano a ella.

Existía ya desde las sociedades tribales, en los albores de cualquier  civilización.  Era entonces, el hechicero.  Personaje en aquellos tiempos, que con sus magias y encantamientos se ganaba algunas veces la confianza, en ocasiones la  amistad y hasta el valimiento del dirigente.

Y esto nos lleva a considerar al menos, una de sus consecuencias.

Los recursos.  Que aunque siempre parezca  que es hablar de dinero, algunas veces no es así, puesto que ese término engloba otros muchos  elementos que pueden ser de muy distintos tipos, como:  el  dominio, las influencias, el estatus social, el prestigio y algunas más, sin olvidar naturalmente otras, que tienen su importancia… propiedades rústicas y urbanas, usufructos, participaciones, y portazgos o rentas.

Y lo curioso de esto, es que en el mundo actual ocurre lo mismo.

No olvidemos que la historia de las civilizaciones gira, hasta ahora, y parece que lo seguirá haciendo por los venideros siglos, sobre dos ejes, el poder terrenal,  y el  espiritual, como así mismo le ocurre a cualquier ser humano,  por estar los dos elementos en su propia esencia.

En alguna civilización de aquellas muy antiguas, los dos poderes estaban representados en la misma persona, por ejemplo en Egipto, pero lo normal a lo largo de los siglos, no ha sido así, y los dos poderes los han representado distintas personas, con muy dispares  psicologías y por tanto muy diferentes formas de pensar y obrar.

Entonces, ¿Qué ha podido ocurrir  para que nosotros ahora extrañemos tanto aquellas circunstancias de la equiparación entre los poderes espirituales y terrenales,  y las entendamos tan mal?

Pues ha de ser por el hecho que uno de ellos, en este caso el terrenal, le ha ganado tanto terreno al otro, el espiritual, que hace que  en este momento veamos esa diferencia como inmensa, y no solo no entendamos los tiempos y por supuesto, mucho menos  las características de quien los habitaban.

En esta vida, cuando algo se pierde es siempre por dos causas, o bien por  mayores méritos ajenos, o por desmerecimientos propios.

Parece que en el caso de nuestro protagonista, todavía conservaba  con su poder espiritual,  cierta equidistancia con el poder terrenal.

Tratemos de entenderlo…

Lo que ocurre con este personaje,  es que hace tanto tiempo de su existencia que no estamos seguros de casi nada.

Por ejemplo, ni donde nació este gran hombre, Diego Gelmírez.  Parece que fue en Catoira,  municipio actualmente de la provincia de Pontevedra, en la desembocadura del Rio Ulla y la Ría de Areúsa, pero solo por el hecho de que su padre, era  Gobernador del llamado Castelum Honesti, lo que actualmente son unas ruinas en forma de  torres que existen en aquel lugar, y  al servicio de otro obispo anterior,  un tal Diego Peláez, y se piensa que lo lógico, es que por este hecho, naciera allí.

Recreación de como serían, y su estado actual:

 

Lo más cercano para estudiar al hacerse mayor, pues naturalmente  Santiago, no, pero no penséis en la Universidad, que no existía en su tiempo, ya que su origen es muy posterior, su aparición, allá por los años mil cuatrocientos y pico es cuando aparece la Universidad, aglutinando distintos colegios de enseñanzas diferentes, bajo el patrocinio de otro Arzobispo llamado Fonseca,  que puede considerarse su iniciador. Aunque como verdadera Universidad General, solo aparece en tiempo de Carlos III, que al expulsar a los jesuitas cede para este fin, los terrenos de los que era propietaria la Orden.

Es aquí, solo por cercanía, y también por existir, eso sí, ya en Santiago la escuela catedralicia,  donde como perteneciente a una familia de relevancia social,  le corresponde iniciar los estudios de la actividad que se ha escogido para él, el sacerdocio. Aunque a si mismo también estudió otras disciplinas, como leyes en Toledo, y hasta otras muy diversas materias en Francia.

Pero sería interesante observar, cómo destacó por sus personales capacidades y aptitudes  desde la infancia, en ámbitos intelectuales y de pensamiento, aún cuando no era físicamente mermado como conocemos.

Posiblemente sea esa su más destacada condición. Una cabeza muy bien compuesta y estructurada, que le sirvió para ser obedecido, respetado y hasta en ocasiones temido  en su tiempo, y después,  recordado por la historia.

Durante 40 años  la figura de este hombre significó lo más representativo de Santiago de Compostela, en función por un lado, de la autoridad que le era conferida por su Ministerio Eclesiástico, pero también por la que le daba ser, uno de los Señores Feudales de mayor categoría, no solo en Galicia si no en el reino de León y el condado de Castilla de aquella época, es decir, la de Alfonso VI.

Es efectivamente, ese Rey al que siempre hemos conocido por sus  enemistades con nuestro  Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Pensemos que efectivamente en el magnífico  Poema  que narra sus aventuras,  hay desde luego, algunas fantasías pero hay verdades completas y una de ellas son las fechas, que esas nunca engañan.

Resulta que este Rey, Alfonso VI del que algunos historiadores afirman que puede considerarse primer Rey de Castilla, ya  que a la muerte de su hermano Sancho,  a manos de aquel desconocido Bellido Dolfos,  a las puertas de Zamora,  quedó como soberano de León, que lo era por voluntad testamentaria de su padre, también como heredero de su hermano,  de Castilla;   aunque otros tajantemente lo niegan,  y que resulta tan conocido más, por la conquista de Toledo, incluso  la de Madrid.

Personalmente me gusta llamarlo – El Rey del Camino de Santiago – ya que hizo tanto  en su favor, naturalmente en colaboración también con nuestro protagonista de hoy.

Y es precisamente con este Rey, con el que vamos a entender, como los problemas, los conflictos y en general las circunstancias  de una familia, en este caso Real, van a poner en marcha los acontecimientos que conformaron nuestra historia.

Hablando de Alfonso VI, sin querer viene siempre a la memoria, que es precisamente a su hermano a quien nos referimos cuando pronunciamos ahora, esa frase tan conocida de… A buen callar llaman Sancho. Que podría parecer  por lo del nombre, Sancho, pertenecer más a la inmortal obra de Don Miguel de Cervantes, sin embargo es a este Sancho, hermano de Alfonso VI a quien se refiere la frase, ya que dice el Romance, que cuando Fernando I, el Magno el padre de ambos,  al repartir sus reinos entre los hijos…

¡ Amén, amén dicen todos, menos Don Sancho que calla….!

Y era precisamente, al que le había correspondido Castilla…

Sin embargo a su hermano Alfonso, que siendo menor, el padre le había adjudicado testamentariamente el Reino de León.  Siendo por ello que desea la frase resaltar y  elogiar la discreción del tal Sancho, por cierto,  compañero de juegos y amigo leal e inseparable de nuestro admirable personaje, Don Rodrigo Díaz de Vivar.

Pero ocurrió que el hermano mayor Alfonso, aunque contrajo cinco matrimonios  y hasta también relaciones con dos “concubinas nobilíssimas”, que se decía entonces hasta por las autoridades eclesiásticas, su descendencia masculina no fue más que de un solo hijo varón, que además, para mayor desgracia falleció según las crónicas en el campo de batalla, de ello que fuera su primogénita, Urraca  la sucesora.

Por cierto,  ¿conocéis alguien ahora con ese nombre?

Efectivamente, sería actualmente  casi un agravio cercano al escarnio, imponer ese nombre de pila a cualquier mujer, sin embargo en aquellas épocas, aquí en los reinos de León, Castilla y Navarra era habitual, al menos en las clases dirigentes,  lo que tampoco tiene que hacernos pensar que fuera de estos ambientes resultara normal.

Resulta por ello curioso y hasta lo destaco, reproduciendo un magnífico y muy documentado estudio en una de las revistas Científico- Complutenses, de Don Jaime de Salazar y Acha, sobre el nombre femenino de Urraca.

Transcribe el investigador una anécdota que hace referencia a la extrañeza, incluso en aquellas épocas del dicho nombrecito femenino.

Cuenta, que bastantes años después de la Urraca de la que ahora nos va a ocupar,  precisamente la de sus nietos,  llegados los embajadores franceses a la corte de Alfonso VIII, el de la Navas para entendernos,  en requerimiento de una de sus hijas para casarla con su Rey, en aquel momento Luis VIII de Francia, la que parecía por edad más apropiada  era la cuarta,  llamada Urraca.   Abiertamente la rechazaron solo por su nombre, que eran en primer lugar, incapaces de pronunciar, y aduciendo  además que les parecía improcedente  que apareciera en su Corte alguien con ese nombre tan desagradable,  y prefirieron a su otra hija menor, Blanca de nombre más normal, que curiosamente sería con los años, nada menos que  madre de San Luis de Francia.

¿Tanta importancia puede tener un nombre, aunque sea como este de feo?  Parece que sí. En la sociedad de entonces como en la de ahora llevar el nombre de ese repulsivo animal, carroñero, ladrón y depredador de nidos ajenos, no ha de ser efectivamente, nada satisfactorio.

Vienen todas estas disquisiciones sobre el nombre de Urraca, ya que  va a ser una de ellas la protagonista, junto con nuestro personaje de hoy,  Gelmírez,  de una serie de acontecimientos muy interesantes.

Pero cuidado, que lo cierto es que esta a la que nos vamos a referir, es la única conocida con categoría de Reina.

¡Y que Reina! ….La primera de Europa, y todo un personaje a lo que parece, incluso de aquellos de los que se dice: “de armas tomar”.

Tanto, que la historia la llama la “Temeraria” y  este  asunto de los sobrenombres ha de tenerse bastante en cuenta, ya que refleja casi siempre acertadamente, alguna de sus características.

Dicen algunas crónicas de las que he leído, que fue una mujer maltratada.

La verdad es que no tenemos criterios de los maridos, ni de los amantes, aunque parece que lo que si la adornaba era un carácter fuerte y decidido, y no parece que con esas características se dejara maltratar… ¿Quién sabe?

Hija y madre de reyes había nacido Urraca, naturalmente en León en el año 1081. Primogénita de Alfonso VI y Constanza de Borgoña, heredera y propietaria  de sus reinos a la muerte de su hermanastro Sancho en la batalla de Ucles.

Casada muy joven, como correspondía entonces, tiene dos hijos con su marido, Raimundo de Borgoña, y viuda de él, es promovida por su padre a tomar las coronas de sus reinos, algo insólito entonces.  Para ello se considera necesario que contraiga nuevas nupcias y estimando el padre, ya casi  al final de su vida, los enfrentamientos que podían producirse entre los pretendientes de León y de Castilla, la casa con un aragonés. Alfonso, nada menos que con el sobrenombre de “el batallador”.   Nada…un desastre.

Entre las desavenencias con su segundo marido, y el hecho de que anteriormente a otra de sus hermanas Teresa y a ella,  el padre les había repartido el territorio de Galicia, desde el Miño hacia arriba para Urraca, y hacia abajo, hasta el Duero para Teresa, pues más complicaciones, y estas particularmente indeseables ya que  traerán como consecuencia para el futuro, la separación de Portugal.

Los derechos sucesorios del hijo del primer matrimonio, la enemistad con su hermana, los levantamientos populares en su contra, y hasta los inconvenientes provocados por sus secretos amores aunque adúlteros con Don Pedro González de Lara, de los cuales como siempre en aquellos tiempos, sin contraceptivos, terminaron con dos hijos, más las reivindicaciones de los señores feudales de entonces en Galicia, que pretendían su independencia, hicieron de la vida de esta mujer un verdadero tormento, eso sí acompañada por su inseparable obispo Gelmírez.

Y es él,  que  participando en muchos de  los trajines políticos descritos, y destacando en todos ellos por sus dotes diplomáticas, va consiguiendo poco a poco, desde su acercamiento a unos  y a otros  bandos en litigio, a su amistad con los Papas del momento, y a sus influencias con los poderosos, una serie de mejoras personales y profesionales, y hasta institucionales para la Diócesis de Santiago, por un lado, y para la propia ciudad de Santiago de Compostela, así como en general para Galicia en general,  que solo enumerarlas ponen de manifiesto la verdadera grandeza del personaje.

Vamos a tratar de referirlas, para efectivamente  entender  su importancia y trascendencia en el panorama de su época, de la mano maestra de una de los más importantes escritores, de Galicia:  Don. Juan José Burgoa, un ilustre ferrolano que además de ser magnífico escritor e historiador,   sobre todo, es marino, y ha plasmado maravillosamente en un trabajo suyo denominado  – La Armada gallega de Diego Gelmírez –  todo lo relativo a esta importante faceta de nuestro personaje, del cual he tomada algunos conceptos y un par de fotografías.

Comienza su “carrera” con el  primer cargo como administrador de la Diócesis de Santiago  cuando es elevado al obispado, Dalmacio y precisamente a la muerte de este en 1.100, es consagrado Obispo en 1.101.

La vida de Diego Gelmírez transcurre bajo el mandato de tres reyes de Castilla y León,  Alfonso VI que gobernó hasta el año 1109, y que conocemos sin descendiente varón, pasando por su hija, la reina Doña Urraca que lo hizo desde 1109 a 1126, y Alfonso VII  llamado el “Emperador”,  primer Rey de la llamada Casa o Dinastía de de Borgoña, que reinó a partir del año 1126 y que  terminaría en 1369 con la muerte de Pedro I, “El Cruel”.

Desde su elección como Obispo, hasta ser representante real para la defensa de las costas de Galicia de los ataques normandos, y sarracenos creando para ello la flota defensiva  más importante que han tenido las costas de Galicia, en forma de las llamadas “galeras”, embarcaciones construidas en Iría flavia cerca del actual Padrón,  y por supuesto ser considerado un consumado estratega en la defensa de todo aquel litoral.

Y es más, hasta  llegan algunos historiadores a considerarlo el verdadero precursor de la Marina Castellana.

Desde el llamado “pio latrocinio” que consistió en “sustraer” con habilidad las reliquias de San Fructuoso, San Cucufate,  San Silvestre y Santa Susana de la Diócesis de Braga,  para incorporarlas a la Catedral de Santiago y con ello dar mayor relieve y esplendor a la ciudad, hasta mandar por encargo redactar la llamada Crónica Compostelana  escrita en diez y ocho manuscritos y tres libros a sus autores Nuño Alfonso de Mondoñedo, Hugo, canónigo y arcediano de la Iglesia de Santiago,  el Maestro Giraldo y a Pedro Marcio, que terminará  la obra ya fallecido Gelmírez.  En realidad la obra está escrita en latín y su verdadero nombre es  “ De rebús gestis D Didaci Gelmírez, primi Compostellani Archiepiscopi” y la tradujo por primera vez el Padre Enrique Flórez.

Desde la apropiación a Santiago de la Diócesis de Iría, incorporándola a la de Santiago, hasta la Coronación del Rey Alfonso VII en la Catedral de Santiago.

Desde las desavenencias con la Reina Doña Urraca, con motivo de su segundo matrimonio con el Rey aragonés Alfonso “El batallador” hasta el engrandecimiento de la propia ciudad de Santiago en sus infraestructuras  civiles y sobre todo religiosas, haciéndola destino y meta de la peregrinación jacobea.

Desde el traslado a Santiago de la Diócesis de Mérida, entonces en poder musulmán, hasta la consecución del título de Archidiócesis para Santiago de Compostela en 1120, pasando por la reanudación de las obras de su Catedral, que había iniciado años antes otro Obispo, Diego Peláez, hasta su terminación, y por supuesto la  construcción de su propio palacio, según nos advierte el  propio Códice Calixtíno que así mismo él mando redactar.

Ciertamente todas estas consecuciones, logros y prestigios  nos aproximan a  la idea de que estamos ante una de las más importantes personalidades  de la época, que desde su ministerio sacerdotal  brilló con luz propia en campos tan distintos como la estrategia y  la diplomacia, pero sobre todo en la política.

Resulta que al salir a colación el – Camino de Santiago – me considero personalmente obligado a referirme a él.

Pero ¿cómo puedo yo ahora, escribir algo coherente sobre el Camino de Santiago?, si es parte de mi propia vida, ya que lo he realizado en varias ocasiones y siempre a pie.

Y que desde entonces, y por las más diversas circunstancias, he tenido la sensación de que era una peregrinación mucho más conocida en otros países de Europa, que por nosotros los propios españoles.

Recuerdo ahora, por esta circunstancia, la especie de vergüenza qué me aconteció al tener que contestar afirmativamente, a la expresión de aquel ingeniero austriaco, con el que compartí, hace ya tantos años, algunas etapas del Camino, cuando refiriéndose a los pocos españoles que entonces realizaban el Camino me decía:

-Claro, hay tan pocos españoles haciendo el Camino, porque naturalmente,  lo habrán hecho ya todos.

Intenté no contestar, pero como insistió, le dije, qué… sería así… ¿Posiblemente?

Sin embargo observo ahora con verdadero agrado que existen nada menos que quince – Caminos – que recorren la geografía española.  Reconozco mi absoluto desconocimiento de algunos de ellos pero es clara su existencia: el Camino Ingles desde La Coruña,  el amino Mozárabe desde Málaga y Almería pasando por Castro del Rio y hasta Mérida para tomar la Ruta de la Plata,  la Ruta  de la lana que viene de Alicante a Cuenca, y pasando por Atienza llega a Burgos tomando aquí el Camino Francés,  el camino de Levante desde Alicante por La Roda, Mora de Toledo a Zamora y llegar así también a la Ruta de la Plata,  el de Madrid por Segovia a Valladolid hasta Sahagún de Campos enlazando aquí con el francés, los caminos de Ebro que vienen de Barcelona y Tarragona hasta Zaragoza y de ahí a Logroño,  hasta el camino del Sur desde Huelva por Zafra,  son desde luego bastantes, y de ello que pueda albergarme la sensación incluso, de que pueden ser más caminos que caminantes; pero así mismo también pudiera ocurrir que se trate simplemente de mi condición nostálgica y hayan cambiado las aficiones de mis compatriotas, semejándose a las de los extranjeros. ¿Podría ser?

Cierto que en muchos Países de Europa, incluso actualmente, sigue estando no demasiado bien considerada cualquier familia, de no tener varios miembros, que a  lo largo de la vida, no hayan consumado de alguna manera el Camino de Santiago.

No puedo afirmar sobre él, más que desde mi punto de vista se trata de una experiencia personal que perfecciona, desarrolla, extiende y equilibra cualquier personalidad, realizándolo a pie, incluso  suponiendo que no sean religiosas exclusivamente las razones para realizarlo.

Pero se trata ahora, de cumpliendo la promesa que al principio hacía de intentar acercaros al magnífico trabajo de restauración de esta verdadera maravilla considerada como uno de los mejores exponentes  del Románico universal.  El Pórtico de la Gloria.

El trabajo se ha realizado en casi 10 años, en unas 50.000 horas de trabajo y su costo que ha sido sufragado por la Fundación Barrie de la Maza, y ha ascendido a unos 6,2 millones de euros.

La coordinadora del equipo de restauración ha sido Dña. Ana Laborde Marqueze y no podemos más que felicitarla por el trabajo realizado, que intentamos que conozcáis en estas imágenes.

Aunque lo verdaderamente trascendente por mi parte, sería no solo eso, sino algo mucho más sustancial, como animaros, si vuestras condiciones físicas y anímicas lo permiten, a que efectuarais lo que posiblemente pueda ser una de las realizaciones personales mas maravillosas, cuyo recuerdo perdurará en vuestra mente durante toda la vida, que consiste en ser recibidos, después de realizar a pie el Camino de Santiago, por la figura del Apóstol en aquel, su maravilloso Pórtico que ahora, restaurado, podéis contemplar.

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