Un buen Rey, y además, muy sabio.
Una figura estelar en nuestra historia, a la que hemos de conceder todos los españoles un agradecimiento especial, por ser el verdadero impulsor de nuestro idioma, y los de Ciudad Real, algo más, porque encima, les fundó la Ciudad, aún sin saber, que tendría allí parada el AVE.
Oiga, otro Rey, parece que esto se pone un poco repetitivo, ¿verdad?
-No, verá usted, le voy a explicar…
-Estaba yo dando vueltas a varios personajes, para acercarlos a la atención de mis lectores, y dudaba… venía pensado, por un lado, aproximarme a Don Gaspar de Jovellanos, nuestro adorable y querido “Ilustrado” o, también al inmortal y, cautivador Don Francisco de Goya, y no me decidía… eran los dos tan fascinantes…
-No me determinaba…
-Y en este titubeo permanecía, cuando una mañana, distraído y pensando en otras cosas, al subir por las escaleras de la Biblioteca Nacional, donde tan buenos ratos he pasado y, como diría nuestro inmortal “andante” caballero, – me topé con él – .
–¿Como dice usted?
-Pues verá, déjeme explicarle…
-Están los dos sentados, imponentes, majestuosos, el otro es San Isidoro, pero quedaba un poco más atrás, aunque, naturalmente, no por merecimientos, solo por dirección…
-El hecho es que, pasaba cercano a su estatua, cuando escuché en mi interior una voz amplia, sonora y rotunda, que me decía:
Et por ende pequeño omne, en verdad te sientes de provechoso entender, sin conocimento de la mi bien complida obra.
-¡Coño! Qué susto. ¿Quién me habla…?
- Nos, Alfonso.
-¿Será verdad?. Yo, juraría haberlo oído.
-Sí, desde luego…fuerte y claro. Y, ¿Tendrá razón?
-Hasta es posible que sí.
-Perdóneme, Don Alfonso, Majestad, me habla usted con buen juicio.
-Es, efectivamente, un – sin sentido – no ponderar, desde luego, en primer lugar, y antes que otros, mucho más modernos, su memoria.
-Tiene usted razón, que le sobra Majestad; expresé en voz alta, dirigiéndome al monumento…
-¿Cómo dice?
-Me contestó, un circunspecto señor de negro…
-No, nada, perdone, no es a usted, era… era, a la estatua… bueno, quiero decir… que… nada, nada…discúlpeme.
-¡Qué barbaridad! ¡Con qué cara me ha mirado ese buen señor…!
–Hay que reconocer, que verdaderamente, ¡le pasan a usted unas cosas!…
-Pues sí, qué quiere que le diga, es verdad; pero esto me ha hecho pensar y, con ello, decidir.
-Tiempo habrá para otros, más cercanos, pero no hay duda de que es, de absoluta razón intentar aproximar a mis lectores a este magnífico personaje, por muchas razones; y no es la menor tratar de llevar a la realidad, el propósito que declaro como voluntad en mi blog de Internet:
– Extender las vidas de los que fueron –
-En este caso, al haber vivido durante el Siglo XIII, ¡nada menos! y ser tanto el tiempo que nos separa de él, – más de ocho siglos,- sin duda, ese tan tupido manto de años que cubren su figura, han de ser suficientes para que, entre mis lectores, su semblanza permanezca bastante desdibujada.
-Se le conoce, ¡claro está! Pero tal vez sea bueno intentar traerlo un poco más a nuestra realidad actual alargando, efectivamente así, de alguna manera, su existencia.
-También, por supuesto, para resaltar, y darles valor a sus merecimientos, que, igualmente, son muchos, y es bueno que, al conocerlos mejor, podamos, incluso, sinceramente agradecérselos.
-En una palabra, es de justicia, de razón, y casi de caridad, por la lejanía.
-Bien, muy bien, pues adelante, que parecen ser de buen sentido, y ponderados, los argumentos.
-¿Qué le parece entonces, si con la mayor objetividad posible, intentamos aproximarlo a nuestro momento histórico?
–Perfectamente.
-Habrán de comprenderse, como siempre nos ocurre en los acontecimientos pasados, una serie de circunstancias, que ahora entenderemos mal; es completamente natural, por el hecho de que sí estamos acostumbrados a expresar aquello tan repetido de: – cómo ha cambiado la vida en pocos años – ni que decir tiene, que… ¿en tantos, como 800…?
-En el caso que ahora nos ocupa, considero que para plasmar la verdadera grandeza de nuestro protagonista, sería bueno contemplar, por separado, sus tres facetas, perfectamente definidas: Primero, cómo Rey; después, simplemente, hombre, y desde luego secundariamente, incluso, si pudiéramos, de manera más amplia, en su faceta de sabio, por ser esta, en la que más destacó.
-Está claro, que en su faceta de Rey, al igual que ocurre en otras muchas de la vida, si tu padre llegó muy alto, a ti, te cuesta más llegar tan arriba, para ponerte a su nivel.
-El padre era, nada menos, que Fernando III el Santo.
-¿Más arriba?… Pues, muy difícil.
-De sus 63 años de permanencia en esta vida, ocupó el trono durante 31.
-Y en ellos, en los primeros, incluso antes de reinar, hizo: lo que hacía entonces, cualquier Rey que se preciara, – la guerra – y naturalmente, contra el moro.
-Conquistó Jerez de la Frontera, Arcos, Cádiz, Vejer y Medina Sidonia; incluso, llegó a pasar el mar y, tomar por la fuerza de las armas algunas ciudades del Norte de África; conocemos asimismo, que participó de manera muy activa en las últimas triunfales victorias de su padre, como la toma de Sevilla; es lógico, se entiende.
-Ahora, que tan dados somos a ponerle nombre a todo, lo llamamos, con solemnidad, “relevo generacional”.
-Efectivamente, no todos han de ser inconvenientes, por el hecho de ser hijo de una personalidad tan destacada; también han de existir algunas ventajas…
-De cualquier manera, reconociendo que posiblemente realizaría, como era natural en aquella época, lo que se acostumbraba, y hasta se exigía del Rey, que no era sino batallar, no fue por ello, por lo que destacó en sus tiempos, ni por lo que ha pasado, con tanta gloria a la historia.
-Efectivamente, fue un rey, más que nada – reformador –
–Mire usted, antes de seguir, se trata de que reformar, es cambiar algo para mejorarlo; y estamos tan acostumbrados en nuestra Historia a los que reforman, pero no mejoran, que nos asaltan siempre muchas dudas con esto de los reformadores… que incluso en la actualidad, ellos mismos se han puesto el nombre de progresistas…
-Pues, es verdad, tiene usted razón.
-No, desde luego, en este caso no; puedo asegurarle que reformó, efectivamente, pero para mejorar, y mucho; sobre todo, en varias facetas de la gobernabilidad. La Economía, el Derecho, la Cultura y, claramente, aunque en menor medida, la Expansión del territorio; ya que en este sentido, le correspondió, más que conquistar, aunque también lo hizo, sofocar rebeliones que se produjeron en varios sitios, pero, fundamentalmente, en el Levante; y de ello, sus vinculaciones con Murcia, y sus comarcas limítrofes.
–Con esto, ¿quiero entender que nos asegura usted que fue un buen Rey?
-Pues sí, muy bueno. Excelente, diría yo.
–Me deja usted tranquilo con ello. Que ya sabe que existe cierto estereotipo por el cual parece que todo lo antiguo ha de ser bueno. El concepto de antigüedades ha de ser siempre revisable. En todos los tiempos, ha existido bueno y malo, igual en las cosas que en las personas.
-Efectivamente. Así es.
-Este, del que hablamos, se encuentra entre los que, en justicia, y con todo merecimiento, han de ser destacados, y honrados en su memoria.
-Era costumbre, admitida en aquellos tiempos, que los infantes de corta edad fueran cuidados, y educados fuera de la Corte, por personas de confianza del los Reyes; y así ocurrió con nuestro protagonista.
-La verdad, es que no conozco si esta costumbre, vendría avalada por la necesidad de que los soberanos no fueran importunados, ni distraídos en sus quehaceres de gobierno, o más bien, por el hecho de que, las criaturas no presenciaran, ni convivieran con las costumbres, un tanto licenciosas que se usaban entonces… no sé… así que, casi es mejor, que nos quedemos con esa razonable duda, ya que, posiblemente, ningún historiador nos la va a esclarecer.
– ¡Hombre! En este caso, tratándose de que el padre era Santo… Parece que…
-Tiene usted razón, en este caso, pues sería simplemente, para evitar en la Corte, el engorro de los niños…
-De cualquier causa que fuera, el hecho es que, a nuestro Alfonso, que había venido al mundo el 23 de Noviembre de 1221, en Toledo, al muy poco tiempo de su nacimiento, le pusieron un – ayo – o lo que es lo mismo, un preceptor, un maestro o un instructor, que de cualquier manera puede llamarse, y he aquí, lo importante de esta situación, a la que nunca le vamos a dar su verdadero valor, ni la trascendencia que va a tener, en general, para las personas: ¿de qué forma se van a desarrollar las primeras vivencias?, ¿cómo van a influir, posteriormente, en sus costumbres y hábitos,? Y, ¿cómo van a marcar, estos primeros consejos, directrices y ejemplos, el desenvolvimiento de toda una vida posterior?
–Efectivamente, incógnitas, así es…
-En este caso, la persona designada como tutor era, Don García Fernández de Villamayor o de Villaldemiro, personaje de gran influencia en la Corte, ya que había ejercido como mayordomo de la abuela, Doña Berenguela madre de Fernando III, y de él mismo; y por ello, el Rey, tenía en él, la confianza más absoluta, hasta para confiarle, nada menos, que la educación de su heredero.
-También se nombraba una señora, que se ocupaba, exclusivamente, de los asuntos domésticos, en este caso, una tal Urraca Pérez.
-Y he aquí, que él – ayo – personaje, importante, y destacado noble castellano, tenía sus propiedades entre los cercanos pueblos de Villaldemiro y Celada del Camino, al sur de Burgos, y allí paso su niñez Alfonso; aunque, al mismo tiempo, y por el hecho de tener, igualmente, posesiones en Allariz, población entre Ginzo de Limia y Orense, pasaba muy largas temporadas también en esas tierras gallegas.
-Con ello, queda despejada, al menos para mí, y no sé, si para alguno más de vosotros, una incógnita, que a veces me ha asaltado, al nombrar las obras literarias de este Rey: ¿Porque sus Cantigas están escritas en gallego? Pues, ¿no era castellano?
-Claro, pero, con sus estancias repetidas de años, durante las primeras etapas de su vida, en tierras gallegas, había aprendido la lengua romance, que entonces era conocida como, galaico-portugués; y la verdad es que, pensándolo bien, están mejor, escritas en ese idioma, que en castellano, ya que son cánticos, casi oraciones a la Virgen y, efectivamente, requieren de esa dulce armonía, casi saltarina, jovial y melodiosa que se consigue con el gallego.
-Lo tenemos, ya, en 1248, acompañando a su padre en la Conquista de Sevilla, y asimismo, por esas fechas, contrayendo nupcias con la hija del Rey de Aragón, Jaime I.
-Fue en Valladolid, en 1236, donde contrajeron matrimonio. Ella se llamaba Violante, y había nacido en Zaragoza, justamente 10 años antes, en 1226.
-¡Nada menos!
–Oiga, estas cosas, escuchadas ahora parecen de broma ¿verdad?
-Pues fíjese, lo serias que eran entonces, que resultó, no creo que por desinformación, pero nuestro Alfonso estuvo, casi a punto de recusar su matrimonio, ya que la pobre niña, no se quedaba embarazada.
-Sabio, claramente sí que lo era; sin ninguna duda, pero desde luego, en esto del sexo, podríamos decir, un tanto distraidillo…y el caso es que, no sería por ignorancia, ya que al parecer, tenía ya, tres hijos naturales antes de contraer matrimonio.
–¿Nada menos que: Tres?
-Sí, señor, tres, parece que las cosas en este sentido, no tenían entonces la importancia que les damos ahora.
-También, hemos de reconocer, que los médicos de aquellos tiempos, aunque sin los adelantos actuales, lo que se dice tontos, no eran, pues cuando los consultaron, la prescribieron, exclusivamente, a la pobre criatura… “reposo”.
–Parecía natural.
-Resultaba que, en aquellos momentos, se encontraba el matrimonio en las cercanías de Alicante, ya que él acaudillaba a las tropas, sofocando una rebelión por aquellas tierras, y la realización del recomendado reposo, se formalizó en un lugar denominado – Pla del Bon Repos – que ahora, es un barrio de la ciudad de Alicante: -Llano del Buen Reposo -; nombre que conserva en la actualidad, en conmemoración de aquella feliz circunstancia.
-La verdad es, que luego tuvieron once hijos, algo tiene que tener de bueno empezar tan pronto; que, a la larga… cunde mucho…ya que, la naturaleza, nunca engaña.
-Poco más, hemos de referir, en cuanto a los muchos años de reinado que, efectivamente, dedicó con autentica entrega y honestidad, a los asuntos de estado, fundamentando en sus Reinos, la política interna, la economía, y la legislación, preferentemente.
-Aunque, también es reseñable, su ocupación decidida a conseguir, algo de gran importancia como era, en aquel momento, defender su derecho, a la obtención del título de Emperador, ya que, por ser hijo de Beatriz de Suabia, pertenecía de hecho, a la familia Staufen, la última que había ostentado la titularidad del Imperio.
-Durante bastantes años, los electores del emperador, todos alemanes, y los representantes del papado, no consiguieron llegar a un acuerdo y, permaneció vacante su sede, hasta 1272, en que se nombró a Rodolfo de Habsburgo, por intercesión del Papa.
– Las otras, no, sin embargo, parece ser, que estas, tenían entonces, verdaderamente, características muy similares a las actuales.
-En el fondo, ¡cuestión de dineros!
-Recordemos que muchos años más tarde, a nuestro Carlos I le pasó igual, pero este, parece que, o más listo, o más generoso, en el reparto de efectivos, consiguió ser Emperador.
-A nuestro Alfonso, sin embargo, no le debieron alcanzar los dineros, y hubo de renunciar al imperio, en 1257. ¡Una verdadera lástima!
-Es de destacar, por último, en su faceta de Hombre-Rey, que sus últimos años de reinado, fueron un auténtico calvario.
–Suele ocurrir.
-Al existir varios hijos, de uno o varios matrimonios, las posibilidades de una vejez feliz, para cualquier persona, disminuyen alarmantemente, tanto, que se puede afirmar, sin temor a equivocación, que la ancianidad, aparte de sus tres característicos enemigos, que han sido siempre: la enfermedad, la falta de dinero y él miedo; tiene otro, que hasta puede, en algunos casos, ser más importante, en el caso de tener varios hijos; y es, el reparto de sus bienes, y las turbulencias que ello implica en la familia, en función de factores conocidos de antemano: numero de hermanos, volumen de los activos heredables, situación económica de los herederos, envidias entre ellos, participación de los cónyuges, falta de atención, comprensión, tolerancia, aprecio, deferencia, consideración, y otros, incluso se puede decir, muchos, muchos…
-Pero, naturalmente, siempre con la mejor voluntad de todos los hijos, que aún tratándose de dineros, por supuesto, ofrecen, su mayor y mejor intención, pero, eso sí, en los juzgados.
-Aquí ocurrió, lo propio, ya que lo heredable era, nada menos, que un reino.
-Desde luego, las circunstancias que concurrieron, bien es verdad, que no ayudaron mucho, más bien, todo lo contrario.
-Resulta que murió el primogénito del Rey: Fernando, que había de ser el sucesor. Pero, he aquí, que a su vez, este tenían dos hijos menores.
-Y según el Derecho consuetudinario, en Castilla, pasaba a ser el heredero el segundo hijo, puesto que, el efecto del Derecho de Primogenitura, derivado del Derecho Romano, hacía muy poco tiempo que se había establecido, precisamente, con las Siete Partidas.
-Y se organizó el “lío”
-Sancho era el segundo hijo, y no estaba dispuesto a que sus dos pequeños sobrinos, hijos de su hermano mayor, le apartaran del trono.
-Disgustos, disputas, refriegas, altercados… y, como siempre, hasta bronca.
-Alfonso X, llegó a desheredar a su hijo, Sancho, y hasta incluso a su muerte llegó a manifestar, en su testamento esta decisión…
-Bueno, pues, en Abril de 1284, Sancho, se hizo coronar Rey de Castilla.
–Perdone, usted, que le recuerde, que nos prometió considerar ampliamente su faceta más destacada, que parece ser la de sabio… ¿verdad?
-Así es, efectivamente, y voy a ello…
-Considero, que si a alguien, ha de agradecérsele, en este momento, que casi quinientos millones de personas se expresen en lengua castellana, o lo que es lo mismo, en español, ha de ser, a este hombre.
-Es posible que esto, leído con cierta rapidez, no llegue a manifestar su verdadera importancia que, a todas luces es inmensa, tanto, que es muy posible que no sea exagerado admitir, que en el momento actual, uno de los activos más importantes, con los que cuenta España, como Nación, sea, sin duda, su idioma, él español, vulgarmente denominado, castellano; y de ello, que le demos, por una parte, la trascendencia que se merece y, por otra, que agradezcamos de todo corazón, a quien con su gestión, lo hizo posible.
-El idioma español, es una lengua romance que deriva, como todas ellas, del latín vulgar, y fue Alfonso X, el que bajo su gobierno, y con su tutela promovió, fomentó y dio impulso, para que se expresaran en lengua vulgar, materias que habían estado reservadas al latín y al árabe, que fueron las dos lenguas preponderantes de la Edad Media.
–Pero, mire, ¿de verdad, cómo nace un idioma?, en este caso, el castellano.
-Pues verá, yo creo que nace, cuando el pueblo comienza a hablarlo, es decir, que se podría asegurar, que germina: “en la calle”.
-En medicina, algunas veces decimos, una frase que lo atestigua, y además es verdad: – La función, es la que hace al órgano –
-Hay un estudio, muy interesante, del Instituto de la Lengua, de Castilla y León, dirigido por Gonzalo Santonja, que viene a desmitificar, en parte, aquel aserto, que hemos venido entendiendo como cierto, y que parece no serlo tanto, en cuanto a que nuestra lengua nace en los monasterios.
-Las célebres glosas –silenses- del Monasterio de Silos, y la –emilianenses- de San Millán de la Cogolla, están escritas en el Siglo XI.
-Y vienen siendo contempladas, como los auténticos embriones de nuestro idioma.
-Pues bien, parece que, de ser irrefutables las investigaciones que ahora se nos presentan, con el descubrimiento de los Cartularios de Valpuesta, (pequeño pueblo de la provincia de Burgos) que, hasta la Real Academia admite, que en ellos, están escritas las primeras palabras en castellano, en el Siglo IX.
-Luego esto, nos lleva a pensar que el idioma, efectivamente, no nace en los monasterios, en realidad, llega a los monasterios desde la calle, puesto que, es el producto de la relación y del entendimiento entre las personas.
-Pero, está claro, que para su expansión, necesita, como todos los seres vivos, y este, posiblemente el que más, del impulso, el estímulo, la promoción y desde luego, el beneplácito y hasta la aquiescencia y el otorgamiento de las autoridades del momento.
-Y esto, es lo que hemos de agradecer a nuestro protagonista.
-Qué, en verdad, no es poco.
–La ha definido, usted, efectivamente, como una lengua romance, acláreme, por favor este concepto, ¿de qué se trata?
-Sí, posiblemente, sea casi más necesario, conocer la procedencia, que los detalles, del propio nacimiento de nuestro idioma.
-Tiene usted razón, puesto que, a poco que pensemos, hemos de considerar que, su nacimiento es simplemente, la consecución de una convivencia.
-Voy, si es que puedo, a aclararle esto de las lenguas romances, que también se llaman neolatinas.
-Es verdad, que Roma, con su Imperio, ha sido, en nuestra geografía, el acontecimiento político, social, bélico, cultural, económico y hasta religioso, posiblemente más trascendente de todos los tiempos.
-Pues bien, en los territorios conquistados que iban incorporándose a su dominio, una de las particularidades que admitían con mayor ascendiente era precisamente, la lengua, en este caso – el latín – pero, naturalmente, el que hablaban los que venían, no era latín erudito, culto y literario, claro que no, por el contrario, lo que tomaba carta de naturaleza era, precisamente, el vulgar, el que hablaba el pueblo.
-Cuando el Imperio inicia su caída, en cada territorio comienzan a derivar, según su localización geográfica, las formas de hablar en ese idioma importado: el latín vulgar y aparecen distintas otras, en principio, muy heterogéneas y con características peculiares; fundamentalmente, y a grandes rasgos en dos grandes formatos, oriental y occidental.
-Y con ello, los dos grandes grupos de lenguas romances.
-En lo que se refiere a nuestro mundo, el occidental, nacen lenguas de las más diversas características, con las más diferentes singularidades y, por supuesto, con las proyecciones y perspectivas más variadas.
-Emergen, las lenguas que van a ser más universales, como el castellano, otras, de relevancia menor, que van a circunscribirse a territorios más pequeños, como el francés, el italiano, el catalán, el gallego, el portugués, y otras, que tienen muchísima menor trascendencia como el sardo o el dálmata, y hasta algunas que, con rigor, no llegaron nunca a convertirse en lenguas habladas, como el navarro-aragonés.
-Con esto, queda claro que podríamos definir estos idiomas, a los que genéricamente denominamos romances, como: castellano: la forma de hablar latín vulgar en Castilla. Gallego: la forma de hablar latín vulgar en Galicia. Francés: la forma de hablar latín vulgar en Francia. Catalán: la forma de hablar latín vulgar en Cataluña….
-Y así, sucesivamente… aunque, como es lógico, cada uno con sus particularidades.
-Naturalmente, desde estas rudimentarias formas de entenderse entre las personas, hasta nuestros actuales idiomas, existe una gran distancia, es, lo que podemos llamar, por un lado, su estandarización, y por otro, la inclusión de palabras, que se van incorporando a sus léxicos, cuando les va siendo necesario.
-El conocimiento científico de esas incorporaciones, con palabras nuevas, así como su origen, se denomina etimología, y forma parte de una disciplina relacionada con la filología.
-Pues bien, en lo referente a su estandarización, uso generalizado, y único en asuntos administrativos, radica el verdadero merecimiento de nuestro Rey Sabio, ya que, aunque, su padre Fernando III, ya había iniciado el proceso, la verdadera normalización, la llevó a cabo, en este caso del castellano, Alfonso X.
–¿Quiere usted decirnos que le debemos agradecer a él exclusivamente, el verdadero crecimiento y desarrollo de nuestro idioma?
-Pues así es, efectivamente, y ello de dos maneras.
-Por un lado, promoviendo que en aquella corte se usara, exclusivamente el castellano como idioma oficial, con lo cual, y con este verdadero respaldo administrativo, ya se consiguió mucho, y por otro, posiblemente, más importante, organizando con su obra, en este idioma, el proyecto cultural más ambicioso de la Edad Media.
–¿Se puede considerar su obra tan importante?
-Naturalmente.
-La producción de textos, de todo tipo, en su tiempo, bajo su patrocinio y dirección, se puede considerar trascendental, y con ella, se inaugura una verdadera nueva era cultural.
–Pues, ya ve usted, estaba yo confundido, pensaba que su obra eran exclusivamente las Cantigas de Santa María.
-No, vamos a ver, una cosa es su obra poética personal, que tiene la importancia exclusiva del descubrimiento de la creación de un hombre emocionalmente sensible, delicado y culto, es decir, de un poeta, y otra, de dimensiones incalculables, la de que, precisamente, bajo su reinado con su mecenazgo y organización se llevaron a cabo obras literarias de la mayor importancia.
-Es, él mismo, quien lo explica muy bien y, no me resisto a no transcribirlo:
«Así como dixiemos nos muchas vezes, el rey faze un libro, non por que’l él escriua con sus manos, mas porque compone las razones dél, e las enmienda e yegua e enderesça, e muestra la manera de cómo se deuen fazer, e de sí escriue las qui él manda; pero por esto dezimos por esta razón que él faze el libro».
-Posiblemente, una de sus más destacadas características, es que, de aquellos tiempos, fue casi exclusivamente, el único que antepuso la cultura a las ideas religiosas, y ello, porque supo reunir para realizar sus obras más destacadas a judíos, árabes y cristianos, en proyectos comunes.
-No importaban nada las ideas, ni la religión, solo importaba, para formar parte de su equipo, que fueran -omnes sabidores –
-Es inmensa y trascendental su obra, con dos características propias: su amplitud de temas, por un lado, lo que hace de ella un verdadero compendio enciclopédico y, por otro, su ferviente deseo de que todas ellas sean en lengua vernácula, es decir en castellano.
-Se pueden dividir, para estudiarlas, en tres grandes grupos las obras alfonsíes: el Derecho, la Historia y la Ciencia.
-En cuanto al derecho, aunque ya se habían escrito en lengua romance algunos fueros anteriores, en Castilla y Navarra, una de sus obras significativas fue, el – Fuero Real – que, posteriormente, amplía con el nombre de Espéculo, que finalmente perfecciona y termina en otro dividido en siete partes, y de ahí, que tome el nombre con el que fue conocido, como el código de – Las siete Partidas – obra cumbre donde se reúne, lo mejor del Derecho Romano, fusionándolo con las ancestrales tradiciones castellanas.
-En relación a la Historia, es tanta su importancia, que citaremos primero, una obra maravillosa, pero más intima, que se realizaba por primera vez, y en la que se relatan los acontecimientos ocurridos en la Península, es decir, en la Hispania de entonces, sin distinciones de razas ni religiones, que es la – Estoria de España – y segundo, su otra obra cumbre, esta de verdadera proyección universal: – La General Estoria – en la que se detalla la historia universal, desde la creación del mundo.
-Así como traducir al castellano las autenticas fuentes de la cristiandad, la Biblia, los Evangelios y obras filosóficas.
-Y por último, las obras científicas.
-Posiblemente, las más destacadas y trascendentes, sobre todo dada su difusión europea. Obras astrológicas, lo que significaba amplios estudios astronómicos y obras sobre magia talismánica, muy del gusto de aquellos momentos, como – Libro de las Cruces – -Libro de las figuras de las estrellas – y otros muchos de carácter científico también, como su tan conocido – Lapidario – donde se describen con sus características todas las piedras y metales preciosos.
–Me tiene, usted, asombrado. De verdad, no me lo esperaba… créame.
-Pues hay incluso otras importantes obras, sobre las más diversas materias, por ejemplo, ajedrez, cetrería, traducciones del árabe y otras muchas
-Es que, en verdad, parecen imposibles tantos merecimientos.
-Aparte, por otro lado, de no descuidar la gobernabilidad del Reino, ya que fue el verdadero impulsor del comercio interior, mediante la concesión y estímulo de las grandes ferias por toda la geografía del reino; estableció también un sistema fiscal y aduanero, con lo que las arcas reales se vieron muy favorecidas; aunque su más conocida realización, en este aspecto, fue la puesta en marcha del Real y Honesto Concejo de la Mesta, con el que se regulaba la ancestral discordia entre ganaderos y labradores, en cuestión de pastos.
-Sin olvidar, claro está, que fue el verdadero impulsor con la creación de cátedras en las Universidades de Salamanca y Palencia, aunque los tres centros culturales de su Reino fueron: Toledo, Murcia y Sevilla.
-Y por último, reconozcamos y admiremos, ya en su propio terreno personal y como individualidad, esa delicadeza y sentimiento, de varón erudito y cultivado, pero sin lamentables y desdichadas desviaciones de conductas, en cuanto a su sensibilidad que, naturalmente aparecen, como ha ocurrido siempre, en las sociedades en decadencia y regresión, y podremos valorarlas cuando conozcamos y apreciemos su obra personal: las célebres Cantigas a Santa María.
-Cuando hablamos de “cantigas” siempre pensamos, exclusivamente, en las suyas, en las del Rey Alfonso, pero en realidad, eran composiciones poéticas para ser cantadas, que se manifestaban en aquellos tiempos con gran prodigalidad, eran en realidad muy frecuentes. Y las había de las más diversas naturalezas: profanas, religiosas, de ingenio, de escarnio, de amor, de desengaño hasta unas, muy curiosas que se llamaban “de amigo”
-Pensemos que en realidad, eran exclusivamente las letras de las canciones de entonces, nada más.
-Para entendernos, algo así como las letras de las “coplas”
-En la lírica, galaico-portuguesa, que es, de la que más se conservan están representadas todas, en cuatro códices:
-El de Ajuda, cerca de Lisboa, el de la Biblioteca Vaticana, el de Lisboa, y naturalmente las del Rey Alfonso X.
-Permitame, que a este respecto le cuente un hecho cierto, pero que parece un chascarrillo.
-Veréis: No es necesario destacar que son auténticas “reliquias”, verdaderas joyas bibliográficas, e inigualables tesoros culturales; pues resulta que en el año 1914, un librero llamado Videl, descubrió, por puro azar, un pergamino con varias cántigas originales, del siglo XII, hasta con el nombre de su autor, Martin Codax.
-¿Sabe donde están? En el Museo Morgan de Nueva York.
-Pero eso sí, aquí hemos aprovechado el nombre del compositor para ponérselo de marca a un vino.
-Estas cosas solo ocurren aquí.
-En lo referente a las llamadas religiosas, que son, efectivamente como himnos, poesías, cánticos de alabanza a la Virgen María, es decir las de nuestro protagonista Alfonso X, se trata de 420 composiciones poéticas de las cuales aproximadamente cien, se conoce con certeza que fueron escritas por él mismo.
-Se conservan los códices que las contienen, en cuatro lugares:
-Uno en la Biblioteca Nacional, la que pertenecía a la Catedral de Toledo.
-Otro en la catedral de Florencia y Dos en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial; de estos últimos en uno de ellos llamado el “príncipe” o Códice de los músicos, están contenidas todas las cantigas, así como la música y unas maravillosas ilustraciones en miniaturas, que han permitido conocer la variadísima lista de instrumentos musicales que se empleaban en la Edad Media.
–Habremos de reconocer con todo ello, que efectivamente, fue un gran sabio, un gran Rey, y por tanto, un gran hombre ¿no es así?
-Pues sí, señor, así es, como usted lo expresa.
-Aunque, si me permite una consideración, yo lo contemplo, justo al revés.
-Para ser efectivamente, un gran sabio, incluso un gran Rey, lo primero que se ha de ser, es una buena persona.
–Pues sí y, curiosamente, ahora, conocemos también de verdad, algunas facetas, como más humanas de su existencia, de sus procederes y hasta de sus pesadumbres.
-Esa ha sido mi intención, en realidad, aproximar a mis lectores su figura, con algunos tintes más humanos, por ejemplo, sus deseos de aprender en su juventud el gallego; las turbaciones de que su esposa fuera estéril (nada menos que con diez años); el desconsuelo que hubo de producirle no conseguir el título de emperador, los desasosiegos y trastornos que le promovieron sus hijos, que llegaron hasta quererlo inhabilitar, y que todo esto en su conjunto, y sin ningún rigor académico, ni rigurosidad histórica, haya acercado su lejanísima humanidad a mi público, intentando realizar con ello lo que otros, anteriores a mí, hicieron mucho mejor, en piedra, con objeto de enaltecer y proyectar su figura, a siglos posteriores.
-Esto mío, es claramente también un homenaje pero, naturalmente, muchísimo más modesto, simple virtualidad, sin importancia alguna, pero con la misma intención.
-En cuanto a lo que, de su memoria hoy se conserva, posiblemente sea de las pocas personas que se encuentre sepultado en dos sitios
-¿Es posible?
-Como lo oye usted. En la Catedral de Murcia, en su Presbiterio, se encuentra inhumado su corazón, que en principio, y según su testamento habría de ser trasladado a Tierra Santa, y ante su imposibilidad y, la petición de las autoridades murcianas, Carlos V, autorizó que reposaran allí. Pero es, en la Catedral de Sevilla, en su capilla Real, donde descansa su cuerpo.
-Y además, déjeme que le comente una cosa más, si en algún momento le sirven a usted en cualquier establecimiento alguna bebida sin ponerle aperitivo o tapa con ella, proteste enérgicamente…
–¡Qué barbaridad!, ¿pero esto a qué viene?
-Verá usted, resulta que él, en su juventud, padeció del estómago, (posiblemente una gastritis) y un médico sefardita le aconsejó que no tomara licor ninguno, sin acompañarlo de algún sólido.
-Como, efectivamente, al hacerlo desaparecieron sus molestias, ordenó que desde entonces, en todas las tabernas o posadas de sus reinos se acompañara siempre, un bocado sólido, a cualquier consumición alcohólica.
-Y digo yo, que si no se ha anulado esta Ley, y no tengo constancia de ello, se puede protestar en caso de que no te pongan algo de comer con la copa. ¿Verdad?
–Pues, claro que sí. Tiene usted razón, y sabe usted lo que le digo… – Que aunque sería, posiblemente, una imaginación suya, fue una suerte aquello que le pasó en la escalera de la Biblioteca Nacional.
-Sí, está claro, tiene usted razón.
-Pero de cualquier forma, le estoy muy agradecido por su paciencia
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