Eloy Bruno Telmo y Rita

Los otros. Mis queridos Neandertales

Una de las pocas consideraciones interesantes que quedan por conocer en el mundo actual  y, además una bonita historia de amor, que con su ternura, y en su simpleza, puede explicar muchas cosas.

Todo comenzó un día, hace ya muchos años, en que conocí en el Valle de Lozoya a los Neardentales y les tomé cariño.  Casi se podría decir, que me enamoré de ellos.

 ¿Me preguntáis qué quiénes son?

Simplemente, y para entendernos: la especie de hombres, que estaban aquí antes que nosotros; sencillamente nos precedieron.

Han sido tan buena gente, han sufrido tanto, y su fortuna fue tan adversa, que merecen una satisfacción por nuestra parte; ya que, hasta es posible, que fuéramos nosotros, los “cromagñones”, “los homo sapiens”, es decir, los hombres modernos, los que tuviéramos parte de culpa en su extinción.

Hemos de pensar que llevaban aquí, en Euroasia, muchos, muchísimos miles de años, así como trescientos mil, y que habían soportado durante ese tiempo una de las etapas más difíciles, con las que se ha encontrado nadie, sobre la faz de esta tierra, como fueron las grandes glaciaciones.

Temperaturas, inferiores a 50-60 grados bajo cero durante meses y meses,  casi incompatibles con la vida animal, refugiados en sus cavernas, naturalmente, y solo aventurándose a salir a cazar para alimentar a sus familias.

Y hasta eso, por supuesto, en unas condiciones muy adversas.

Desaparecieron… llegaron a extinguirse, una verdadera lástima…

Pues no, no es que fueran tontos, es que habían evolucionado poco.

Sus cerebros eran casi igual que los nuestros, pero, desde luego, con menos transformación; y lo suplían con unas condiciones físicas mucho mejores que las nuestras, también sobre todo, con valentía y coraje al enfrentarse a sus presas, cuerpo a cuerpo, con sus largas lanzas, en las que en la punta, ponían afiladas piedras.

De esta manera vivían, luchando contra el clima y, por supuesto, también  contra las fieras, en antagonismo con ellas, combatiendo, pero sabiendo que de ellas dependían; esa era su existencia.

Vemos en sus restos, las huellas de estas circunstancias vitales, fracturas, roturas, señales de heridas mortales, esas son las características constantes de sus fósiles, que ahora descubrimos.

¿Cuál sería la causa de su final?…

¿Por qué se extinguieron? ¿Qué razones hay para entender su consumación? ¿Cómo es posible que una especie, que había habitado varios continentes, durante trescientos mil años, y soportado toda clase de calamidades naturales, desaparezca de la faz de la Tierra?

Preguntas, preguntas, siempre lo mismo…

Y lo curioso es, que los científicos, trabajando en los más diversos campos, avanzan en sus presunciones en todos ellos; tanto, que siempre nos parece, al conocer sus trabajos, que están cercanos a la auténtica verdad; pero, desgraciadamente, y de manera invariable, ocurre lo mismo… nada es definitivo.

Y al final, hemos de llegar a una conclusión: absolutamente nada es consecuencia de una sola razón.

Ocurre que, siempre, han de buscarse varias causas, para que se produzca un efecto. Nada es el resultado de un solo motivo.

Sí, efectivamente, ya sé que me podéis decir que la causa de la aparición del sol a diario, tenía una sola razón, la esfericidad y rotación de la tierra y,  esa era, solamente la razón. Y también, que hasta que, Koch, no descubrió el bacilo tuberculoso, no se pudo tratar la enfermedad, y era esa la única  causa.

Bueno, pues conocemos ahora, que nuestro sistema solar no es único, que existen otros…y sabemos también, que la causa, por la que no se infectaron todos los seres humanos y, que dentro de los que se infectaban algunos fallecían y otros no, era la inmunidad… es decir, había más causas…

Esta es precisamente la mayor y, auténtica  grandiosidad de la Ciencia.

Su amplitud.

Pues he aquí que, en el caso que nos ocupa, este de nuestros queridos Neandertales, hemos, sin duda, avanzado enormemente.

Incluso, en cuanto a su desaparición de este mundo.

Ahora conocemos que fueron muy diversas las causas: por un lado, su menor desarrollo evolutivo que, al enfrentarse con grupos mayores y más organizados, de nosotros, los “sapiens”, los fueron marginando y excluyendo; por otro, una razón de natalidad, que fue disminuyendo, con lo que sus grupos eran cada vez menores; también, por el cambio en la distribución del hábitat, ya que estaban acostumbrados a cazar en bosque, y sabemos que las condiciones, en los tiempos que coincidieron con su extinción, fueron precisamente de cambio a pérdida del bosque; las catástrofes naturales, en aquellas épocas, que ahora se conocen también, hubieron de influir en su desaparición; sin mencionar una, que yo considero de importancia sustancial, como es el hecho de que, con la aparición del Homo sapiens, proveniente de África, y con el que convivieron unos cinco o diez mil años, este, les transmitiera enfermedades que ahora desconocemos, para las cuales no tenían inmunización alguna y, por último, posiblemente la más importante, su constitución física,  la forma y disposición de  su laringe, que no era como la nuestra, lo que les impedía un lenguaje fluido.

Desde el primer descubrimiento de uno de sus fósiles, en 1856, en uno de los valles llamado Neander, del Rio Dussel, cercano a la ciudad de Dusseldorf, en el que por primera vez, se vieron características especiales en sus huesos, se dieron toda clase de explicaciones, algunas incluso jocosas.

Ahí estaban, eran otra especie, o al menos lo parecían…

Pero ¿qué es una especie?

En taxonomía, que es la ciencia que estudia las clasificaciones biológicas, se entiende por especie: el conjunto de organismos que pueden reproducirse de manera homogénea.

Claro, sin embargo, esto dificulta enormemente el concepto; por ejemplo, en los seres con reproducción asexuada, las bacterias o los virus; y también, incluso, hasta en los de reproducción sexuada. Recordemos que la mula es un híbrido de caballo y burra, o de burra y caballo. Es decir que habríamos de matizar más la definición.

Le añadiríamos… a la anterior de especie… y también, -de manera continuada.-

Ya que, efectivamente, el mulo y la mula son híbridos, pero no pueden tener descendencia.

Luego ¿qué son nuestros Neandertales? Otra especie… Puede que sí.

Lo están tratando de averiguar ahora, a través de la genética.

No sé si os sonará este nombre  Svante Pääbo, se escribe así de raro, pero es que es sueco. Es, ese hombre que sonríe satisfecho, en la figura del comienzo, y que se puede decir que mira, hasta con cariño el cráneo de un Neandertal.

A mi modo de ver, uno de los hombres más importantes del mundo moderno. Director del Instituto de Antropología Evolutiva de Leipzig, en Alemania, es el hombre que ha secuenciado, por primera vez el genoma Neandertal.

Este, sí es su  verdadero Carnet de Identidad.

Esto ya no son hipótesis y, es el mismo científico, el que nos dice que prefiere no tener que emplear la palabra “especie”. Y la razón es sencilla, resulta que compartimos, los actuales europeos, de un dos a un cinco por ciento, de genes comunes con ellos.

¿Qué significa esto?

En primer lugar, que tenemos un ancestro común.

Ya lo sabíamos.

En segundo lugar, que nosotros somos, de alguna manera, parte de ellos mismos.

Y no existe nada más sugestivo ni atrayente, en este mundo, que conocer algo más sobre nosotros.

Por muchas razones pero, desde luego, una de las más importantes, tal vez sea, que ellos fueron capaces de vivir sobre este planeta durante trescientos mil años, en condiciones muy adversas, y nosotros estamos aquí, ocupando los mismos lugares, desde hace muchísimo menos tiempo, y es incierto lo que pueda ocurrirnos.

Pero, fijémonos bien, y esto es importante. ¿Se mezclaron con nosotros?

Es decir, vemos con ello, en primer lugar, que el concepto de especie es revisable. Y después, que hubieron de existir uniones que dieron lugar a nuevos individuos.

Ya existían en cuanto a esto, diversas conjeturas.  Pero no pasaban de ahí.

El caso es, que se había descubierto en una localidad de Portugal, llamada Leiria, en el año 1988, el esqueleto de un niño, enterrado en una cueva donde se hacían estudios de pinturas rupestres. La trascendencia se dio cuando fue analizado con prueba de carbono, que no deja lugar a duda alguna, y se constató su edad: nada menos que 24.500 años.

Siguieron, naturalmente, las investigaciones, y se llegó a conocer que tenía características correspondientes a un Neandertal, pero no lo era del todo. Se entendía que podía ser un híbrido.

Y aún, hoy en día, seguimos en las discusiones.

Lo real, verdaderamente,  es que ahora conocemos que puede ser cierto;  y, tratarse, en efecto de un mestizaje. ¿Por qué no?

De ser así, y es maravilloso pensarlo, podría ser uno de nuestros abuelos.

Ciertamente, lo que está claro es que a lo que hemos de acostumbrarnos, y desde luego, en las sociedades actuales no se hace, es a estimar el tiempo, en su justa medida; en una palabra justipreciarlo.

Es normal, si hablas ahora de Fernando VII, la gente te mira con una cara… Diciendo !Que barbaridad! que antiguo y remoto hasta casi primitivo…

Sin embargo, pensemos que son, aproximadamente, 180 años,  lo que nos separa de aquel momento, y estamos hablando de trescientos mil, los que permanecieron los Neandertales aquí.

Inaudito.

Ha de entenderse, por todo ello, qué siendo tanto el aliciente, que en mi despierta este tema, ha de ser natural mi interés, mi fascinación y aprecio por estas antiquísimas gentes, y hasta mi atracción por ellas.

Entenderéis, por lo tanto, que me haya permitido recrear una historia.

Se llama:

                  “Eloy, Bruno, Telmo y Rita”

Hasta puede ser posible que os entretenga, ese sería mi mayor deseo;  pero, si a la vez, pone en vuestra mente un mínimo pensamiento hacia aquellos ancestrales personajes, estará completa la aspiración y cumplido el empeño.

Aquí está, a vuestra disposición, y comienza así:

………………….

Buenas tardes…

Déjenme, ustedes, por favor, que les presente a unos conocidos.

Verán:

Estos son mis nuevos amigos….

Este, tan fuerte, es Eloy, ese otro, Bruno, y aquel, bajito, Telmo.

4

2

5

Vistos así, parece que no se distinguen bien sus facciones, son estas:

768

Luego vendrá Rita, la más moderna, que posiblemente se estará arreglando; siempre tarda mucho, con esa manía que tiene de pintarse la cara… pero, también es verdad, que es casi mejor, que la esperemos, porque  habla más y, desde luego, mejor que estos.

Aquí está:3

Aquí, mis lectores…

Mucho gusto, ¿cómo están ustedes…?

Hola…

Oye, verdaderamente, yo los veo con una “pinta” extraña, ¿verdad?

Desde luego que sí, son mucho más fuertes que nosotros, ¡hasta el bajito!, ¡válgame Dios! ¡Qué musculatura tiene!

Y sus caras, también son extrañas, tienen el semblante como de gente muy bruta, incluso salvaje, y tengo la sensación, de que sea así, por las prominencias que tienen encima de los ojos, ¿no?  Además, qué la cabeza es como más alargada.

Desde luego, puede que mucho también, sea, por esos ropajes hechos con todo tipo de pieles, lo que les hace todavía parecer más extraños.

Sin duda. Es cierto.

Oiga, y no dicen nada. Se les ve como asustados, y un tanto recelosos…

Hombre, ya me dirá usted… ¡pues claro!

Lo entenderá usted muy bien, si le digo que se trata, nada menos que:

De tres Neandertales.

¿Qué me dice?  No puede ser. Pero si tengo entendido, que no son de nuestra especie, y que se extinguieron hace 20 o 30.000 años.

Hombre bueno, piense usted, que esto, no deja de ser, una simple recreación, solo producto de mi fantasía… ¿Vale?

¡Ah bueno! Bien, entonces, adelante.

Rita, por el contrario, es mucho más moderna, propiamente de los nuestros; vamos, para entendernos, esta es, lo que podríamos decir, de nuestra especie, un cromañón, para entendernos, una verdadera Homo sapiens.

Claro, claro, pero, se la ve más pequeña, más finita, como más frágil…

Es que, además, aquellos, los de su especie, son más fuertes que nosotros, esta, además es mujer y, por tanto, morfológicamente,  de menor corpulencia y estatura.

Vamos a saludarla.

Hola Rita, ¿cómo estás?

Quiero presentarte a unos amigos…

Muy bien. Estaré encantada en conocerlos.

-Hola, ¿cómo están ustedes? Yo soy Rita, sí, efectivamente, soy de las de su especie, estos otros, no, estos son más antiguos; ustedes les llaman Neandertales.

Son  buena gente, de todas maneras. Un tanto atrasados, pero, aprenden pronto, por que se fijan mucho en todo.

El caso es, que tienen un cerebro muy parecido al nuestro, y espabilan pronto; pero, desde luego, son más antiguos y más ignorantes, sin embargo, créanme si les digo que  son valientes, nobles, y generosos.

De verdad, les aseguro que, cuando los conoces, son sinceros y hasta bondadosos, pero naturalmente, menos evolucionados que nosotros.

Pero, vamos a ver, ¿cómo es que tú, Rita, vas con ellos? ¿Y, a donde?

Es, efectivamente, una larga historia…

¿Me pregunta usted que hacia dónde vamos?  Pues no lo sé; desde luego  una cosa si es cierta, buscamos al grupo de los de su especie, al que   pertenecían, y con el que vivían. Son grupos, los de ellos, más pequeños que los nuestros, de unos 10 o 15 individuos, y se dedican a la caza y a recolectar frutos. Ustedes les llaman cazadores-recolectores

Y creo, según me dicen, que hemos de encontrarlos en un valle cerca de esas montañas.

Sí, pronto encontramos; en río, cerca de altos montes aquellos.

Vaya, ha dicho algo… Pero que mal se le entiende…

Es que son muy callados, no dominan el lenguaje, y casi siempre guardan largos silencios.

Pero, ¿se puede saber la razón por la cual, ellos abandonaran el grupo en el que vivían?

Fuego.

Vamos a ver, Rita, explícanos, por favor… ¿qué quiere decir? este, que me parece ¿se llama Eloy? ¿Verdad?

Sí. Pues verá, es algo complicado de explicar, pero, a mí,  me lo han contado, pues tienen ya  cierta confianza, y creo que puedo aclarárselo.

Se trata de que, sus grupos viven siempre en cuevas; aunque están perfectamente adaptados a temperaturas muy bajas, pero cambian muy frecuentemente de asentamiento. Y es natural, según las estaciones, buscan las regiones de temperaturas más moderadas y, por supuesto también, siguen en sus desplazamientos a las especies de caza, de las que se alimentan, y que les proporcionan mejores resultados.

Aunque ellos están muy adaptados al clima, desde luego, mucho mejor que nosotros los cromañones; pero también es cierto, que nosotros hemos aprendido a guarecernos y abrigarnos mejor, incluso aunque no tengamos cuevas naturales; sabemos realizar aguardos a la intemperie para refugiarnos, con palos y pieles.

La realidad es que, por eso a ellos, les siguen ustedes llamando cavernícolas.

Nosotros ya hemos dejado de serlo.

Pues ocurrió, según me han contado, que en uno de sus muchos desplazamientos con  el grupo, tuvieron la desdicha de que el fuego, que siempre llevan con ellos, en un artilugio que portan en una piedra, a la que han hecho un hueco, y que carga y maneja siempre  un anciano, de los que ya no están capacitados para la caza, al cruzar un rio, cayó, y el fuego se perdió.

Es curioso, porque saben manejar el fuego, mantenerlo, aumentarlo, controlarlo, es decir, lo manejan bien, pero no son capaces de iniciarlo.

Desde luego, de lo que sí están seguros es que sin fuego, prácticamente, no pueden vivir; porque son conscientes de que, para ellos es calor, luz y, alimentos más digeribles, es decir, todo lo que les es necesario.

En el grupo, donde vivían, organizaron una expedición compuesta por estos tres individuos varones, que parecían ser los más adecuados y competentes, por su fuerza, imaginación y conocimientos, para que trataran de conseguir fuego y, traerlo de nuevo al campamento.

Y, ¿cómo los conociste tú?

Pues parece ser, que la aventura fue muy larga y peligrosa, ya que cuando yo los conocí, dos de ellos, aun tenían heridas a consecuencia de varios encuentros, que habían sufrido con animales salvajes; llevaban muchas lunas andando, cuando, desde lejos, divisaron el humo de nuestro campamento, y se acercaron a él.

El clan donde yo vivía era más numeroso que el suyo, y estábamos mejor dispuestos para la defensa y, también para cualquier ataque.  La verdad es que, muy pronto y, con gran facilidad, dado el lamentable estado en que se encontraban, hombres de mi grupo, los hicieron prisioneros.

Yo, era una niña, y entendía mal muchas cosas, pero el hecho es, que el veredicto del consejo que gobernaba, fue unánime en matarlos.

¿Pero, parece ser que no lo hicieron?

No, no lo hicieron, y no conozco la razón, el caso es que, ocurrió que uno de los ancianos de mi grupo, consiguió salvar sus vidas, recluyéndolos en jaulas, argumentándole al consejo que serían de alguna utilidad vivos, con una serie de razonamientos que tampoco entendí, pero es natural, ya que, en aquellos momentos, efectivamente, yo era solo una niña.

Tal vez por ello fuera, por lo que el anciano me encomendó a mí, para que, todas las mañanas, llevara a cada una de las jaulas, comida y agua.

Era muy necesario, me encargó que comieran mucho.

Y yo, cumplía fielmente mi cometido y ponía comida en abundancia en cada una de las jaulas. Frutos, vegetales, raíces y carne, sobre todo, carne abundante, como me habían mandado.

Pasaron bastantes, muchas lunas y, mi relación con ellos era cada vez mejor, ellos me entendían, y yo, algunas veces no, pero  sabía lo que me querían decir.

Comencé a quedarme largos ratos con ellos, estaba bien allí, a su lado; me gustaba hablar, y que me hablaran; ahora los veía más cercanos y, más amables y, de hecho, siempre fueron muy afectuosos conmigo.

Había uno, sobre todo, Eloy, por el que comencé a sentir más simpatía; no sabría explicar  porqué, el hecho era que con él, me encontraba mejor, y más a gusto.

Bien es verdad, que me apesadumbraba mucho la situación de todos ellos, sentía compasión, viendo su lamentable estado, sobre todo, por Eloy, sin saber la causa,  y más, cuando supe que el anciano que se encargaba de su custodia, todas las noches, traía mujeres, pues lo convenido, parecía que era, según supe, que para seguir vivos, habían de poner en el vientre de muchas de nuestras mujeres hombres pequeños.

Yo conocía eso, había visto salir del vientre de varias mujeres de las que vivían conmigo, hombres pequeños, muy pequeños,  ensangrentados, y unidos por una cuerda, que había luego, después de que salían, cortar con los dientes, y sabía que, aunque ahora eran pequeños, después crecían mucho, cuando chupaban de los pechos de ellas.

Claro, eso sí lo sabía.

Era muy lamentable verlos, daban pena, y comenzaron a pasarse por mi cabeza, ideas absurdas…

Un día, me sucedió algo muy extraño por donde salían mis líquidos, pero de otra manera, había sangre; fue un gran susto, pero me pareció que podría ocurrir, que al no tener yo ninguna criatura dentro de mi vientre eso no serviría para alimentarlo y, por ello, me saldría de manera natural.

Lo oculté a todos, pero notaba, por días, algo extraño; nada parecía igual, me sentía distinta y hasta mi relación con ellos empezó a no ser la misma.

Aunque no mucho, pero comencé también a notar que mis pechos crecían.

Resultaba curioso,  pero nada, absolutamente nada era como antes, ahora veía todo de distinta manera, y, por supuesto, sin saber porque, trataba de ocultarlo.

Había cambiado, incluso la forma en que veía a mis enjaulados, no era igual, y sobre todo a  Eloy; me pasaba algo muy curioso, cuando incluso a través de los barrotes de caña de la jaula, mis manos se tropezaban con las suyas, sentía una extraña sensación, como de nerviosismo, pero que no me resultaba desagradable.

Estaba decidido, libertaría a Eloy y me marcharía con él.

Se lo propuse y se negó, teníamos que ser todos y, naturalmente, de esa manera fue;  lo organizamos con detalle, yo sabía hacerlo, y salió todo bien.

Corrimos hasta alcanzar el bosque en la oscuridad, hace ya muchas lunas, y hemos pasado gran cantidad de montañas, bosques y, hasta algunos ríos muy grandes y, caudalosos.

Les he enseñado muchas cosas, ahora ya usan para cazar, no esas enormes lanzas que manejaban y con las cuales, prácticamente, tenían que luchar, casi cuerpo a cuerpo, con los animales para dominarlos; ahora, con varas rectas, pero más cortas, a las que les he enseñado a poner puntas más afiladas, han aprendido a lanzarlas y cazan mucho mejor.

Tendríais que haber visto sus caras cuando les enseñé a hacer fuego con un palo, al que hago girar entre mis dos manos en plano, sobre el orificio en una madera.

Cuando vieron salir el primer humo de las briznas secas, daban saltos, gritaban, parecían enloquecidos.

Les he enseñado, también,  a trenzar juncos para atrapar conejos, y con finas cuerdas, anudadas, a realizar pequeñas redes con las que pescamos peces, que luego, ensartados en palos, que pinchados cerca de la lumbre, de esa manera se asan, y comemos todos.

Asimismo, han aprendido a conservar las pieles de todos los animales que cazan y, aunque ellos prefieren siempre resguardarse por las noches en cuevas, en algún momento, les enseñé a realizar aguardos, donde se puede pasar las noches con comodidad.

He disfrutado yo de algunas cosas con ellos, algún tiempo atrás, Eloy me dio un objeto que él mismo había hecho, ayudándose de una piedra;  era un trozo de hueso, redondo, que había pulido.

Era maravilloso pensar que, durante mucho tiempo, él había estado limando con piedras aquel objeto para mí, estaba tan contenta, que acerque mi boca a su cara y, sin saber lo que hacía, chasqueé mis labios contra su carrillo, cerré los ojos y, sentí una sensación que no olvidare nunca; nada de lo que yo recordaba hasta ahora, se parecía a esto.

En realidad ¿cómo son?, Rita.

El más ágil, fuerte y rápido es Telmo, y es por tanto, el que más, y mejor caza. Es muy dócil, aunque más vale no contradecirlo mucho. Gran trabajador, es el primero que se levanta y el último en irse a descansar, está prácticamente siempre trabajando, pero se puede decir que, buen genio, no tiene.

Bruno, es más artista, un soñador, siempre ensimismado en sus ideas y pensativo;  en cualquiera de las cuevas, en las que siempre quieren ellos cobijarse, pinta en las paredes con pigmentos que yo misma le preparo, machacando con piedras duras, negras y, de otras de colores, que mezclo con grasa de los animales.

La verdad es que luego yo, también las aprovecho para pintarme

En ocasiones, cuando no penetra la luz al fondo de algunas cuevas, le ayudo alumbrándole con la llama que da una mecha encendida, en el hueco de una piedra, que se mantiene ardiendo, mientras dura la pasta que hago con el tuétano de huesos de animales;  de esta manera, le ilumina  y, además, no hace humo.

Son todos, los tres, muy dóciles conmigo, siempre me reservan los mejores trozos de carne, escuchan mis consejos y estoy contenta, pero preocupada, al mismo tiempo, por no saber lo que pueda ocurrir, si es que llegamos a encontrar a su grupo, y cómo seré aceptada o no, en él.

Ahora ha surgido, hace unas lunas, un hecho sorprendente y extraño, pero del que ahora, no sé porqué, pero me siento contenta.

Se trata de Eloy, que sigue siendo, aunque no soy capaz de explicármelo al que me siento más unida, en el que confío más, y el que me ofrece más  seguridad.

¿Pues, qué ha pasado?

Algo sorprendente, que yo no me explico, verás:

Todo el tiempo en el que la gran luz estaba subiendo, había llovido; cuando declinaba, y todavía goteaban algunas hojas, subí yo hacia donde se encontraba Eloy; estaba tumbado en unas rocas, arriba, en un alto. Pretendía llevarle unos frutos que había encontrado, que sé que le gustan mucho; aunque hay que tener cuidado, porque pinchan bastante al cogerlos, pero me divierte cuando los come y le ponen la boca manchada de un color extraño, como morado.

Bruno y  Telmo  se habían quedado abajo, en el riachuelo, muy entretenidos intentando atrapar unos bichos pequeños, que les hacían mucha gracia, cuando daban grandes saltos desde las orillas, para caer al agua.

Eloy, estaba pensativo, pero le encontré algo raro, me miraba con unos ojos  extraños, su mirada no era la de siempre y estaba, además, como más nervioso.

Me eché junto a él; y una cosa muy curiosa, que no había pasado nunca, y no sé explicar,  pasó su brazo por detrás de mi cabeza y acariciaba uno de mis pechos. ¿Qué raro?, ¿para qué lo haría? El caso es, que yo estaba extrañada, pero me apetecía que continuara, casi se puede decir, que me gustaba.

¿Cuál sería la razón? ¿Qué buscaría?

Desde luego, mis pechos habían crecido, pero muy poco, apenas lo abarcaba él con su mano, no eran, desde luego, aquellos que había visto yo en las mujeres de mi grupo: grandes, abultados, y colgantes, ¿qué le llamaría la atención de los míos?, eran tan poca cosa…

Pues, lo más curioso ocurrió, cuando, al levantarme, vino por detrás, hacia mí, y con sus manos en mi espalda, quería subirse.

Me hacía daño.

Pero, comprendí, que lo que estaba queriendo hacer era poner un pequeño hombre en mi vientre.

¡Claro! Era eso.

Se agolpaban en mi cabeza las ideas, no podía ser otra cosa, como los otros animales… pero yo, no me consideraba un animal… yo era diferente, y, además, lo importante era que no estaba cerca de él, no lo veía, sentía solo, bastante dolor.

No puedo explicar lo que hice, la verdad es que no lo sé, estaba muy turbada, me retorcí, quise darme la vuelta, el caso es, que en un momento me encontré con él, ahora sí estaba cerca, lo rodee con mis brazos y pasó algo que no puedo explicar, ya no me dolía nada.

Cuando, la gran luz, se había escondido, nos sentamos juntos, muy cerca uno del otro.

Miraba él hacia arriba… a esas pequeñas y extrañas lucecitas que están colgadas del fondo negro, que son tantas  pero que alumbran poco.

Y, Eloy me preguntó:

Tú que tanto sabes, ¿por qué se esconde esa gran luz? ¿Adónde irá?

No lo sé Eloy, no lo sé, pero esperemos que no se le olvide volver mañana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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