Decisión, diplomacia, valentía, astucia y fuerza, es decir: Hombría, y con ello, la conquista de un Imperio.
No están de moda, en las podridas sociedades actuales, valores como estos. Son más cómodas las afirmaciones como – sementales sedientos de sangre – desde esas cimbreantes, delicadas, suaves y afeminadas posiciones, de las que, hasta se presume, con “orgullo” y, que no dejan de constituir, más que una deficiencia hormonal de testosterona
Era obligado, no podía ser de otra forma, si lo que deseas es hacer un repaso, aunque sea superficial como este, sobre personajes destacados en la historia de nuestro País, no pueden de ninguna manera faltar los conquistadores, al menos alguno y este es posible que pueda ser, uno de los más importantes.
Vamos a ello.
Lo expresado anteriormente, desde luego que es un motivo, pero hay otros y hasta pueden ser incluso más importantes, ya que pocas veces, por no decir ninguna, al intentar estudiar un personaje te encuentras con alguien de unas dimensiones tan impresionantes en sus hechos que a veces hasta superan lo verosímil. Y por otra parte, con un trasfondo tan interesante, a la vez tan solapado y hasta enigmático dentro de la auténtica realidad, como con éste.
Me explicaré, no ya ahora, casi desde los tiempos del colegio todo el mundo conoce la figura de Cortés, y creo que muchos hasta tenemos noción de recordar un libro que venía a ser como la historia de este personaje y sus hazañas, la célebre – “Verdadera Historia de la conquista de la Nueva España”- acordándonos del libro aunque no del autor.
A lo largo de este trabajo seguro que habré de plasmar algún párrafo de aquel libro, es obligado, ya que se trata de una crónica muy pormenorizada de todo el desarrollo de la aventura cuyo autor, Bernal Díaz del Castillo hasta tiene un monumento en Medina del Campo, donde nació.
Bien, pues ahora un investigador francés llamado Christian Duverger parece ser que, tras diez años de muy serios estudios elabora un libro, manifestando la teoría de que el verdadero autor puede ser precisamente, el propio Hernán Cortes.
El catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, Don Eduardo Serés, sin embargo, lo niega rotundamente y explica sus razones.
Dejémoslo, sea de una u otra manera, el hecho es que el libro es magnífico y relata con tanto detalle los acontecimientos, en un estilo tan sencillo que además de instruir, deleita con la narración de aquellos sucedidos.
Veamos, a manera exclusiva de ejemplo, con que precisión y soltura describe los hechos:
Ningún capitán ni soldado pasó a esta Nueva España tres veces arreo. Una tras otra, como yo, De manera que soy el más antiguo descubridor y conquistador que ha habido ni hay en la Nueva España ya que de quinientos cincuenta soldados que pasamos con Cortés desde la isla de Cuba no somos vivos en esta Nueva España de todos ellos hasta este año de mil quinientos setenta y ocho que estoy trasladando esta mi relación, sino cinco.
Tendremos con seguridad que recurrir a él en algún otro momento, como podéis comprender.
Casi seguro.
A modo de introducción, y sin extenderme mucho, ya que algunos de mis lectores luego me lo critican y posiblemente con razón, diré con sinceridad que no soy, personalmente un enardecido admirador de nuestros conquistadores.
– Y, con eso… ya tenemos el lío armado-
– Pero, cómo puedes decir eso…
– Anormal, más que anormal, como puedes expresarte así diciendo sobre unos esforzados hombres, valientes hasta la exageración, que trajeron a España la gloria de conquistar un Imperio, riquezas sin número y territorios inmensos para la Corona. En fin, la auténtica y verdadera celebridad, renombre y honores para nuestra Patria.
– Pues es posible que efectivamente sea así, y hasta puede que tengáis razón. Y no es que intente por sistema, ponerme en el lado contrario del sentir general para conseguir una falsa originalidad, de verdad que no. Incluso ni que comulgue con las ideas del sevillano Fray Bartolomé de las Casas, que llegó a ser Obispo de Chiapas, como máximo apologista de los indígenas. No, nada de eso, aunque reconozco eso sí, tiene una hebrita unamuniana esa apreciación mía.
Lo que ocurre, y puede que hasta sea natural, es que las conquistas por la fuerza de las armas pues es posible que sean todas más o menos iguales, o al menos a mí me lo parece. Claramente son de alguna manera, exclusivamente intercambios, pero la proporcionalidad en sus consecuencias suele ser siempre negativa para el vencido. En este caso el conquistado, casi irremediablemente. Nos ocurrió a nosotros mucho antes con Roma y a su vez a Roma con los “bárbaros” y modernamente, a Francia con Alemania y Alemania con Rusia, a Japón con Norteamérica, y así hasta el infinito.
Diferentes rasgos sí, diferentes modos, claro, y hasta diferentes formas, pero una cosa es común y constante en todas las capitulaciones. El conquistado pierde, algunas veces solo eso, aunque otras, no sé si puede decirse muchas, también gana. Pero suele ocurrir que lo ganado se disfruta en etapas muy posteriores, y esos beneficios no suelen ser percibidos, si es que existen, por la generación que las sufre.
De acuerdo en que referente a las personas que llevaron a efecto la conquista, ésta a la que nos referimos, nada se puede decir en negativo. Exclusivamente ensalzar sus características personales de valentía, arrojo, coraje y entereza de cuerpo y de alma, por llevar a efecto auténticas hazañas de las que algunas, sobrecogen solo con pormenorizarlas.
Así mismo enaltecer, por otra parte también, las actitudes diplomáticas, de cortesía incluso a veces astucia y por qué no, habilidad en ocasiones, ya que efectivamente no siempre fueron las armas la forma de conquista, sino otras: la inteligencia o el ingenio y a veces hasta el simple y desinteresado ejercicio de la caridad.
Habremos de admitir que a diferencia de las conquistas que han realizado ancestralmente los países de origen sajón, las nuestras, las de los pueblos latinos son en general, y no hemos de avergonzarnos de ello, más “naturales”. Considerando esos sí, el concepto -natural,- como que se acerca en mayor medida a la naturaleza, o lo que es lo mismo que es más sensitivo y por ello hasta casi más humano, de aquí que se acerque en mayor medida a la sensualidad.
Digámoslo con la elegancia y con la delicadeza que ha de presidir siempre cualquier referencia nuestra: Fue ésta de América, sin ninguna duda, una conquista en la que intervinieron ambas partes del cuerpo. Tanto de cintura hacia arriba, como hacia abajo, lo que por otra parte tiene ventajas, pero así mismo algunos inconvenientes.
Y una circunstancia además, que no quiero dejar de resaltar aquí y que ahora olvidamos siempre en estas, como en algunas otras muchas circunstancias históricas que queremos analizar.
El tiempo, el momento histórico, era el Siglo XV y principios del XVI. Es decir, el Renacimiento.
El mundo en general, estaba volviendo a nacer, sí, ya sé que esta afirmación puede sorprender, estamos acostumbrados o simplemente adocenados mentalmente por falta de conocimientos, a entender el Renacimiento como algo que ocurrió solamente en el arte, y es absolutamente falso. El Renacimiento lo cambió todo, absolutamente todo, tanto, que hasta cambió al hombre, en su concepción del mundo.
Pero como fenómeno social, y en aquel tiempo con aquellas posibilidades de comunicación, se produjo, como es lógico, muy lentamente. Ni todos los individuos, ni sus dirigentes, y por tanto los países, evolucionaron igual ni al mismo tiempo. Muy al contrario, fue un fenómeno gradual, lento, al cual también efectivamente, reaccionaban de distintas maneras las diversas culturas, las desiguales economías, las diferentes creencias, y hasta las peculiares condiciones humanas.
Lo que es seguro, es que si estudiamos mejor algunos conceptos, lo enjuiciaremos con más equidad.
Primero: las encíclicas de Papas como Pio II en 1458, y Nicolás V en (l447).
Segundo: las políticas del momento, con relación a la Reforma del fraile agustino de Eisleben, Lutero, en los distintos países. Así como, Tercero: los condicionantes personales de todos y cada uno de los que intervinieron en lo que algunos han llamado, colonización y otros conquista de América.
Lo verdaderamente cierto es que las huellas de aquellos acontecimientos tienen ahora, tantos años después, colores muy distintos y a veces hasta diametrales.
Y cuidado, que las connotaciones que se dan a esas dos palabras: – Colonización y Conquista – ya que pueden ser en absoluto distintas.
De hecho, nos las encontramos ahora en muchos foros: desde unos, que definen la conquista como un simple expolio criminal por la fuerza, hasta los que consideran la colonización como una candorosa y pacífica evangelización.
Pues efectivamente como pensáis, y muy bien, ninguno de los dos tienen razón.
Ciertamente, no parece que merezca aquella hazaña, por un lado, la mala prensa que se ha querido hacer de ella, viéndola como un simple expolio criminal. Ya que si desde luego, durante el tiempo en que transcurrió, que fueron muchos meses, incluso bastantes años, se pudieron producir, injusticias y hasta crueldades. Sin duda, serán más, fruto de la condición humana de sus protagonistas, y no tanto del verdadero sentir de los que acaudillaban y encabezaban la empresa.
Y ello, hasta puede ser cierto, si tomamos en consideración, algo de lo que expresa nuestro informador:
Y llegaron algunos días después los mismos caciques viejos y trajeron cinco indias, hermosas doncellas y mozas que para ser indias eran de buen parecer y bien ataviadas, y traían cada india otra moza a su servicio y dirigiéndose a Cortés dijeron < tómalas que no han sido casadas y son doncellas> Y Cortés dijo: que él las recibía y tomaba por suyas, y que ahora al presente las tuviesen en poder sus padres. Y preguntaron los mismos caciques cual era la causa de que no las tomara ahora. Y respondió Cortés, porque quiero hacer lo que manda Dios nuestro Señor que es en el que creemos y que de esta manera no hagáis tampoco vosotros más sacrificios, ni se maten para ello más hombres ni se hagan otras torpezas malas que suelen hacerse.
Si algo no se puede negar, y en lo que estaremos de acuerdo todos, es que nos proporcionó abundantes riquezas, muy abundantes, hasta me atrevería a decir, que fabulosas.
Cualquier otro País más ordenado, o simplemente, menos despilfarrador. ¡ Y que demonio ! porque no decirlo, con menos ladrones, hubiera podido vivir en la abundancia hasta siglos después y hasta hacerla llegar, a generaciones muy posteriores.
Aquí no. Se terminó enseguida.
Lo dijo, Cánovas, uno de nuestros políticos más listos.
– España ha tenido siempre, incluso en los momentos de mayor enriquecimiento, una desproporción exagerada, entre sus ingresos y los gastos que requerían las empresas en las que estaba implicada. –
Desafortunadamente, siempre ha sido igual. No lo podemos remediar, no es de ahora, es que hemos sido siempre así.
¿Alguien en España ha pensado en la remota posibilidad de que a Don Alonso Quijano, apodado el Quijote, un verdadero icono del españolismo le fuera a preocupar el precio de dormir en la posada?
¡Vamos hombre! Son cosas que ni se citan.
¡Estaría bueno! Ni que fuera inglés.
A él, solo le bastaba enfrentarse en desigual batalla, a quien no respetara el buen nombre de su amada Dulcinea.
Reconozcamos lo bien que nos definió.
¡Qué bueno era Cervantes! ¿Verdad?
Han pasado tantos años, y tantas cosas en ellos, que cualquier rasgo se desdibuja, es natural. Pero desde luego un hecho es innegable, y pese a todas las leyendas negras, a los abusos, a las injusticias y a las arbitrariedades que sin duda, habría, como en toda obra humana, el hecho es que a ellos, a los de allí, a los actuales americanos, mexicanos en este caso, aunque algunos no lo reconozcan, les han quedado muchos valores, y muy importantes activos: cultura, lengua, religión, incluso costumbres, que han llevado a tan importantes logros, como por ejemplo a un hecho relevante y de máxima actualidad cual es, que tengamos en este momento un Sumo Pontífice americano.
Sí, efectivamente, era extremeño Cortés. Nació en Medellín, un municipio cercano a Don Benito y a Mérida, por el que pasa el rio Guadiana.
Se ha llamado, de siempre así Extremadura, tierra – de conquistadores – y es verdad, allí nacieron al menos, una gran parte de ellos.
Este sin embargo, no como otros, no era ni porquero, ni ganadero, ni siquiera labrador. Pertenecía a una familia de hidalgos de cortas posibilidades económicas, eso sí, pero suficientes para que a los catorce años, fuera enviado a Salamanca a estudiar Leyes.
Por el hecho de permanecer en aquella ciudad solamente dos años, hemos de considerar que no cursó la carrera de derecho, pero sin embargo, sí conocemos que en ese tiempo, puede ser que aprovechado bien, y con sus excelentes dotes naturales, le bastara para dominar según dicen de él las crónicas, el latín, la escritura, y ciertos conocimientos rudimentarios, pero prácticos, en cuanto a Leyes.
Hay cosas que ahora, si no se explican y se pasan por alto, dejan grandes lagunas para entender a los personajes de aquellas épocas. Por ejemplo: Saber leer bien, escribir correctamente, conocer algo de latín y algunos rudimentos de leyes, aunque ahora no lo creamos, ponía a la persona en un grado social muy discreto, incluso alto, en la escala social. De lo que podía derivarse incluso, no solamente subsistir, desde luego sin holguras, que por otra parte, en aquellos tiempos casi no existían.
Pero, parece ser que no era precisamente subsistir la intencion del muchacho, del que sus biógrafos nos definen rasgos más dados a empresas arriesgadas y aventuras.
Lo intentó en las campañas de Italia, sin resultado y ya en 1504, zarpa hacia la que, por aquel entonces era conocida como – La Española,- o Isla de Santo Domingo que actualmente forma el territorio de República Dominicana y Haití, instalándose en aquella isla como funcionario colonial.
Hay que pensar que está a punto de nacer un mito, una de las más importantes leyendas de la historia de la humanidad, el hombre que conquistó un imperio, el único mortal que sometió a uno de los más poderosos reinos de la tierra.
Dicho así, hasta parece exagerado, pero os aseguro que es absolutamente cierto. El imperio azteca era, por aquellos años, una de las más poderosas sociedades organizadas que existían en el mundo.
La llamada Triple Alianza, o imperio mexica, o azteca era un pueblo estructurado política, social y jurídicamente como no se conocía en la Europa de entonces. Con una economía floreciente, su expansión territorial era lo que denominamos actualmente Mesoamérica, es decir, los territorios que ocupan todos los estados mejicanos, y parte de Guatemala, desde el golfo de México, al Pacifico.
Con una población, estimada entonces, de unos veinte millones de personas.
Este floreciente imperio, era el resultado de una estructura política y administrativa muy avanzada, que había consistido en el sometimiento, por la fuerza de las armas o por vía de la diplomacia, de cientos de pueblos sobre los que tenían establecidos unos sistemas de tributación exhaustivos.
Vamos, para entendernos, aquella grandeza, aquella magnificencia del imperio, estaba basada exclusivamente, en la recaudación de impuestos de los pueblos limítrofes sometidos.
Y este, este puede ser, el auténtico secreto.
De no ser así:
¿Alguien puede explicarse cómo pudo ser posible que unos quinientos hombres, o menos, con un par de docenas de caballos, cien mosquetes, sin ser soldados, ni siquiera militares adiestrados, en un medio absolutamente hostil y desconocido, pudieran llegar a conquistar un imperio de las características del azteca?.
Vamos a comenzar, por el principio.
En Santo Domingo, conoce nuestro protagonista, Hernán Cortés, a un personaje importante en su vida, Diego Velázquez, ¡ojo! natural de Cuéllar, que había llegado en el segundo viaje de Colón, y al que le fue encomendada la pacificación de Cuba, en la que fundó la mayor parte de las ciudades de la isla llegando a ser su Gobernador.
Bien considerado Cortés, dadas sus características personales de buen organizador y político, así como aguerrido en los lances difíciles, consigue al lado de Velázquez, fortuna, tierras y hasta honores, llegando a ser nombrado Alcalde de Santiago de Cuba.
Consideremos, y es muy importante, que incluso fundadas ya casi todas las ciudades cubanas, la estructura geográfica general del entorno de la isla donde se encontraban, era aún desconocida: Isla… sí claro, pero ¿había un continente después?, y ¿cómo de grande?, ¿estaba habitado? Estas preguntas, que ahora nos parecen, hasta un poco simples, con seguridad, no lo eran entonces de ningún modo. Por un momento, escalofría pensar en la posibilidad de no poder contestarlas.
Y una idea es común a todos, ¡pues hay que ir a descubrirlo!
El Gobernador Velázquez, había enviado ya dos misiones exploradoras, pero sin éxito.
Y nuestro Cortés, lo conocía, y hacía preparativos.
De acuerdo o no, y con pactos, discrepancias, incluso controversias, y hasta posiblemente con “bronca”, pero el hecho es que Cortés, ha resuelto iniciar la aventura en exclusiva y además ha puesto en ella toda su fortuna. Es evidente, que algo no debió satisfacer al Gobernador, que durante toda su vida y en tantas ocasiones como pudo, fue el mayor enemigo del Conquistador, como luego veremos.
Juega posiblemente aquí, un factor importante la suerte. Desembarcan en la actual península del Yucatán, habitada entonces por el pueblo maya, y conocen la existencia de un náufrago, que lleva años como esclavo de sus habitantes. Se trata, hoy conocemos su identidad, de Gerónimo Aguilar, que liberado, paso a formar parte de la expedición, pero naturalmente ha dado noticia de la existencia de un gran imperio, del que había oído hablar durante su cautiverio.
Y ante esta constatación, ya cierta, la idea de Cortés es fija en su conquista.
En un primer enfrentamiento armado, se infringe a los mayas una importante derrota, con gran cantidad de bajas.
Pero, considero interesante transcribir literalmente un párrafo de la que sigue siendo la auténtica reseña de toda la conquista, esa, ya citada obra, titulada – Historia Verdadera de la conquista de La Nueva España –
Los españoles atacaron la ciudad por los dos flancos, produciéndose una sangrienta batalla que finalizó con la entrada de Cortés y sus hombres en Potonchan. Se derramó mucha sangre en la toma de este lugar por pelear desnudos; los heridos fueron muchos y quedaron pocos cautivos, los muertos no se contaron. Cortés se aposentó en el templo de los ídolos con los españoles, y cupieron muy a placer. Durmieron allí aquella noche, con buena guarda, como en casa de enemigos, más los indios no se atrevieron a nada. Fue la primera ciudad que Hernán Cortés ganó por la fuerza, en lo que descubrió y conquistó.-
Faltaba y era importante, resolver un problema interno, entre algunos de los componentes de la expedición, había una confusa y mal declarada intención de volver a Cuba, tal vez por miedo, o bien por las consecuencias penales que de ello podían derivarse.
El hecho cierto es que, para anular este efecto, de los llamados “velazqueños”, Cortes pone en marcha una de las actitudes que han pasado a la historia: y manda, nada menos, que destruir las naves.
Ha quedado, efectivamente, para la posteridad, hasta la frase:
-Quemar las naves-
Nos lo cuenta otro cronista. Este, un tal, López de Gómara:
- Propuso Cortés ir a Méjico. Y para que le siguiesen todos, aunque no quisiesen, acordó quebrar los navíos, cosa recia y peligrosa y de gran pérdida.
Naturalmente, que la conquista de la ciudad, y la gran matanza, debió extenderse entre todas las tribus vecinas que efectivamente, y con bastante buen criterio, quisieron pactar con los recién llegados.
Y para pactar, nada mejor que halagar al contrario, y qué mejor presente podía hacerse, pensándolo bien, a aquellos “energúmenos” con coraza, casco y caballo, que en un principio hasta pensaban que no eran separables del jinete, y que además, no traen mujeres, cosa inaudita, pensarían los indígenas, pues, ¿a estos, quién les muele el maíz?.
El mejor regalo: mujeres, y les ofrecieron veinte.
Ahora, parece que la cosa se ha calmado bastante, pero entonces, tener relaciones, sean cales fueren con una infiel, era pecado, y estaba muy mal visto y sobre todo con los clérigos, que estaban allí mismo.
¡Nada, que no!
Bueno, vale, está bien, pues me las bautiza usted… y venga… ¡ ya !
Resulta que a una de ellas, bastante guapa por cierto, y desde luego muy lista, como luego se demostró, le tocó como nombre, en el generalizado bautismo: El de Marina.
Había de ser luego, el personaje casi central de esta historia.
Se suele decir mucho, incluso ahora: Hay que ver, las posibilidades que abren en la vida los idiomas. Pues he aquí que esta mujer, conocía el suyo y además, el náhuati, es decir el de los aztecas.
La cosa estaba clara: guapa, lista y con idiomas, y es natural. Hizo carrera.
Estamos hablando de la celebérrima -Malinche -. Traductora, confidente, secretaria, amante, ayudante y esposa, de Cortés, y por supuesto, madre de uno de sus hijos.
Denigrada y difamada por los mexicanos actuales, que han creado hasta un vocablo para insultar: el malinchismo, considerándola una aliada y confidente de Cortés, efectivamente, el “malo” de la película.
Pero tengamos en cuenta, que todavía hoy, por aquellas latitudes existe un atraso intelectual importante.
Va tomando forma la que podríamos llamar descabellada idea de Cortés, de atacar y conquistar un Imperio. Pero vemos ya, como se van dando, poco a poco, las circunstancias propiciatorias. Observemos:
Varios pueblos, los mayas, los totonacas, los tlaxcaltecas, los purépechas, todos, son tributarios de los aztecas, les pagan, y como es natural, pues pasa como ahora con la Agencia Tributaria, los odian. ¡Claro!
También, tiene ahora Cortés posibilidades de conocer el idioma, y con ello, la idiosincrasia, las virtudes y defectos del enemigo y naturalmente sus puntos débiles, en esto, la ayuda de la Malinche es primordial y decisiva.
Ya tiene aliados Cortés en gran número, y marcha hacia la capital: Tenochtitlán. Una auténtica gran ciudad, y tanto, precisamente lo que es en la actualidad México D. F., nada menos.
Seguimos, siempre de la mano de nuestro narrador, los acontecimientos de la Conquista. Nosotros hemos utilizado la edición de Pedro Robredo, del año 1939, en México DF, que se puede leer en Internet.
Veamos como describe nuestro narrador aquella ciudad, capital del gran imperio azteca:
Era la ciudad de tal extensión y belleza que nadie se imaginara. Algunos que habían conocido Italia y Alejandría aseguraban ser esto más hermoso y cumplido.
Y ahí, los espera el emperador.
Y vemos pronto, como comienzan los juegos políticos. Moctezuma los recibe con sus tropas, en su palacio, los agasaja y les colma de honores.
Parece que todo va perfectamente y que el entendimiento es mutuo, pero no es así, existen recelos por ambas partes. Asistimos entonces, a las maniobras políticas, donde posiblemente el miedo al contrario, sea lo que mueve todo.
Hagámonos a la idea: unos trescientos cincuenta o cuatrocientos hombres, eso sí, con caballos, cascos y corazas relucientes, dentro de una ciudad de miles y miles de personas, una masa humana, que aún sin armas, solamente con un palo cada uno los puede convertir en “pasta de conquistador”, inmediatamente.
Pero no se trata de miedo, es como si ahora, llegaran los marcianos.
¿Quiénes son? ¿De donde vienen? ¿Serán peligrosos?
Vamos a esperar…
El juego continúa, es como un póker, en el cual, ninguno de los dos, sabe la jugada que lleva el otro y eso les obliga, muy a su pesar, a respetarse. Se vigilan, no se pierden de vista, pero eso sí, con buenas maneras y hasta con agasajos y adulaciones.
Política.
Pero Cortés, tiene una baza más, y la emplea, tiene a la Malinche, que sabe el idioma del contrario y sus intenciones, siendo como son para ella, cualquier cosa, menos sus amigos, advierte a Cortés.
Y este mueve ficha.
Nada menos que secuestrando a Moctezuma, en su propio palacio. Pero le hace su prisionero. ¡Toma ya!
¿Ingenio?, ¿Temeridad? ¿Audacia? No se sabe, tal vez habría que emplear una palabra muy fea, que me niego a transcribir y que termina en –ones-, que precisamente, hasta es posible que sea uno de los activos más positivos que han heredado, los que allí quedaron después.
Moctezuma ve perder su protagonismo, el pueblo incluso reclama otro dirigente, y él pide ayuda a Cortés, y este se la presta. Otro aliado más.
Son meses de convivencia de los españoles con el gran emperador, pero el ambiente se enrarece tanto, que Cortés teme lo peor. Se programa un acto en el que Moctezuma hable a sus súbditos, y de alguna manera se pueda negociar la salida de los españoles. Y precisamente en aquel acto, parece que de manera fortuita, le son lanzadas gran cantidad de piedras incluso flechas, que hieren de gravedad al emperador, que finalmente muere.
Y así nos cuenta lo que sintieron los españoles:
Y Cortés lloró por él, y todos nuestros capitanes y soldados y hombres hobo entre nosotros de los que le conocíamos y tratábamos, que fue tal llorado como si fuera nuestro padre y no nos hemos de maravillar de ello, viendo que tan bueno era.
La situación es insostenible, y se ha de salir a toda costa, de la ciudad. Lo intentan sigilosamente, pero son descubiertos, y se carga contra ellos, de tal manera, que se les infringen grandísimos daños y bastantes muertes de soldados. La huida es desordenada y ya fuera de peligro, lejos de la ciudad se reagrupan los efectivos y se hace balance de la situación, llegando a esa tan conocida como – la noche triste de Cortés –
A Moctezuma le ha sucedido Cuitlahuac, pero los españoles, retirados efectivamente del territorio azteca, repusieron sus ya muy menguadas fuerzas intentando de nuevo la conquista.
Bien es verdad que ahora era más sencillo, pero igual de peligroso, ya que los aztecas no eran los salvajes aborígenes anteriores y habían aprendido a luchar, sin espanto contra los “barbados”, y de manera muy sofisticada y por supuesto, cruel.
Veamos cómo nos lo cuenta nuestro informador de siempre:
Digamos ahora lo que los mexicanos hacían de noche en sus altos cues, y es que tañían el maldito tambor, con aquel maldito sonido y más triste que se podía y tañían otros peores instrumentos y cosas diabólicas y tenían grandes lumbres y daban grandísimo gritos y silbos y conocíamos que en aquel instante estaban sacrificando a nuestros compañeros de los que habían tomado a Cortés y al postrero dejaron a Cristóbal de Guzmán.
Y nuevamente intenta Cortés la conquista.
El esplendor y el poderío anterior habían desaparecido, no existía ya la pujanza, grandeza y fuerza de antes, se había hecho presente un enemigo mucho más poderoso, lo que entonces se creyó que era la viruela. Que hoy sabemos que no era tal y con una táctica más simple fue suficiente, simplemente con el cerco.
Para ello mandó Cortés construir varios bergantines que cercaron la ciudad. Tres meses duró el asedio y por fin, el día 13 de Agosto de 1521, la ciudad se rindió.
Algunos mejicanos, actualmente incluso, no se explican como fuera posible que los españoles terminaran posteriormente con el esplendor magnífico de aquella civilización, sin darse cuenta de que fueron otros “aliados” de Cortés los que terminaron con ello, y esta vez no buscados, pero muy eficaces.
Si efectivamente, hoy los conocemos.
Nos los descubre ahora un científico, Miguel Angel Criado que nos hace llegar el siguiente estudio:
Desvelada la causa del misterioso ‘cocoliztli’, el mal que diezmó a los indios americanos.
En él se ha estudiado, manejando ADN antiguo que la causa fundamental de las numerosas muertes, de más del 60 por ciento de la población náhua, fueron producidas por la enfermedad que se conocía como Cocoliztli.
Los escritos de la época describen sus síntomas: fiebre alta, dolores estomacales, diarrea, sangrado por todos los orificios del cuerpo, ictericia…
La muerte se producía en tres o cuatro días y su tasa de mortalidad era tal que a los enfermos solo les decían que se despidieran de los suyos y se pusieran en paz con dios. Pero se desconocía cuál era la causa. Hubo quienes la vieron como un castigo divino, ya que afectaba solo a los indios, los españoles parecían inmunes.
Ahora, un grupo de expertos alemanes en ADN antiguo y arqueólogos mexicanos, creen haber identificado en el yacimiento de Yucundaa-Teposcolula el patógeno que causó tanta mortandad.
Localizada en la Mixteca Alta (Oaxaca, México), bajo la plaza central de la ciudad se encontraron los restos de decenas de personas enterradas por esa fecha, según la datación por radiocarbono. Con las precauciones exigidas por la dificultad que entraña analizar material genético extraño en restos de casi 500 años, los autores del estudio han hallado la presencia de una bacteria, la Salmonella enterica, en los dientes de indios que murieron durante la epidemia.
Podríamos con ello, sin posibilidad alguna de equivocarnos, aseverar ahora, que el triunfo fue, más inmunológico que militar.
Este fue el verdadero final del esplendor de un gran pueblo.
Ha trascendido durante años el complejo en el pueblo mejicano, de la derrota ante los españoles. Nada más equivocado, efectivamente, aquello fue el choque de dos culturas y aún más el choque de dos pueblos con altos niveles de testosterona, que es la hormona provocadora de los caracteres secundarios masculinos, y que con el mestizaje se potenciaron y aumentaron importantemente.
No hay duda de que en el Méjico actual, como en muchas otras partes, toman forma desgraciadamente, y sin que se pueda remediar, tendencias asquerosamente solo feminizantes, que han sido, sin duda, las que han alentado e inducido la idea de que los españoles, “sementales inmundos”, venían exclusivamente a robar, y a lo otro.
Pero es que parece que modernamente no está de “moda”, la figura propiamente masculina con sus inherentes características de valentía, honradez, audacia, y hasta temeridad, a veces.
Inclusive lo celebramos, con desfiles de orgullo de todo lo contrario… Y no se dan cuenta estos pobres desgraciados, llamados ahora – gays -, que aquella hazaña fue solo producto de estas características, por ambas partes.
La auténtica verdad, la expresa un monumento que existe en Ciudad de Méjico, con un mural en el que se puede leer:
El día 13 de Agosto de 1521
Heroicamente defendido por CUAUHTEMOC
Cayó TLATELOLCO en poder de Hernán Cortés
No fue triunfo ni derrota
Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo
Que es el Méjico de hoy.
Y ese mestizaje del cual el arquetipo y genuina representación está sin duda, en el hijo de Cortés y la Malinche.
Martín Cortés, el hijo de Hernán, tiene efectivamente, aunque un poco olvidados, incluso algunos monumentos en Méjico, pero hay algo mucho más importante, y esto sí es definitorio, consiste en que Martín Cortés, en España fue investido con los más altos honores como caballero de Santiago.
Preguntad, por favor, ¿existe algún Lord inglés, indio?
Sin comentarios.
En lo personal, poco más se puede contar de Cortés, buen cristiano, buen corazón, buenos sentimientos, mal carácter eso sí, acostumbrado al mando, irascible, adusto, pero por lo demás, once hijos de seis mujeres, hasta uno con una hija del mismo Moctezuma.
¿Y aquello del oro? pues nada, murió en la pobreza más absoluta, con lo que se demuestra que siempre, los más listos de aquí y de allí, han sido los recaudadores.
Le sorprendió la muerte en camino para volver a Nueva España, en un pueblo cerca de Sevilla, Castilleja de la Cuesta. Precisamente donde se fabrican las tortas de aceite de Inés Rosales, efectivamente, esas, las de mis desayunos. (esto, en homenaje a mi amigo Manolo, para que tenga razón, sobre que siempre me salgo del tema).
Fue inhumado en esa misma ciudad, bajo el Altar Mayor del Monasterio de San Isidoro, con un epitafio dedicado por su hijo:
Padre cuya suerte impropiamente
Aqueste bajo mundo poseía
Valor que nuestra edad enriquecía
Descansa ahora en paz eternamente
Es curiosa la peripecia en la que han estado los restos mortales de Cortés.
Años después, y por deseo familiar, fueron llevados a Nueva España y enterrados nuevamente, como expresaba en su testamento. Concretamente en la iglesia contigua al Hospital de Jesús, que él había fundado, y que actualmente existe, no sé si funcionando, pero existe.
Poco después de la Independencia de Méjico, hubieron de ser custodiados ante la posibilidad de que fueran arrebatados por la fuerza de incontrolados asaltantes. Después de varios traslados, ahora, por fin, descansan en un nicho de la iglesia, con una simple inscripción:
Hernán Cortés 1485-1547
No es posible mayor sencillez, para el hombre que conquistó un Imperio y que la historia ha pretendido deshonrar y envilecer.
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