La más bella, universal, y humilde forma de expresión humana como manifestación de la ortodoxia de las creencias cristianas.
Una peripecia histórica donde se cuenta la maravilla que supone el refugio, en unos escarpados montes, de unas maravillosas obras preservándolas así de la desaparición y el exterminio.
¿ A qué nos referimos cuando decimos “Beato”?
Según el Diccionario, esta palabra puede referirse a varios conceptos.
1.- Persona que ha sido beatificada por la Iglesia
2.- Quien muestra una religiosidad exagerada.
3.- Manuscrito medieval, bellamente decorado que reproduce los Comentarios al Apocalipsis de San Juan, realizados por Beato de Liébana.
Pues hay uno más, que yo sepa, y que no cita el Diccionario:
4.- Nombre propio de varón, cuyo femenino conocemos y empleamos en la actualidad y, por cierto, con el mayor de los éxitos y que como nombre femenino, es una auténtica preciosidad. Beatriz. Una de mis nietas es el palpable ejemplo de ello.
Conmemoramos su onomástica el día 29 de Julio, en honor a Santa Beatriz, mártir, venerada igualmente por las Iglesias Católica y Ortodoxa, que murió en Roma, en los primeros años del expansionismo cristiano, y cuyos restos se veneran, junto al de sus hermanos, que murieron santamente también con ella, Simplício y Faustino, en la Catedral de Santa María la Mayor de Roma.
Derivan ambos nombres, masculino y femenino del latín, “beatus”, que significa feliz, o portador de felicidad.
Hace pensar, o al menos a mí me lo sugiere, que el uso indiscriminado de esta palabra “beatus” haya sido el causante de que, al generalizarse en el Renacimiento, terminada la época oscurantista de la Edad Media, y emplearse como sustantivo, perdiera el sentido de nombre propio de personas, al menos en masculino.
Y de ello, que pasados los siglos, exista esta especie de equívoco, que hoy tenemos, entre beato nombre, beato adjetivo y beato códice antiguo.
¡El lio está servido!
Vamos a tratar de desenredar algo esta especie de confusión.
Para ello y aunque se salga un poco del tema, comencemos por tratar de entender la diferencia entre el hombre de la edad antigua, de la edad media, la moderna y la actual.
No me atrevo a juzgar al muy antiguo pero, por ejemplo, en Grecia y en la Roma antigua, el hombre es más bien culto. Efectivamente no existen adelantos técnicos, pero a él no le son necesarios para vivir con toda clase de comodidades y para satisfacer sus más primarios instintos. Es, o al menos nos lo pintan como bastante feliz, sin ataduras; los dioses lo protegen, lo acompañan y a su vez, lo satisfacen.
¿Qué más quiere?
Viene la Edad Media, con sus oscuridades, sus tinieblas, su incultura, y se convierte en un hombre mucho más atormentado. ¿Las causas?
Puede que un cristianismo mal entendido, con la consiguiente carga de cientos de herejías, que no hay duda de que son incertidumbres, desconfianzas y hasta vacilaciones, como el priscilianismo, arrianismo, adopcionismo, y otras muchas.
Posiblemente también influya la visión de una vida más cercana a la catástrofe que significaban las enfermedades, sobre todo las plagas y pestes tan frecuentes entonces, y asimismo, la propia distribución de la sociedad, el feudalismo imperante. Con nobles, clérigos y vasallos. No había nada más en aquella época.
Y es por ello, que lo verdaderamente seguro, fuera que para el hombre de la Edad Media, el mundo tuviera que ser teocéntrico, y que absolutamente todo girara alrededor de Dios. Pero irrumpe el Renacimiento y con él, llega un hombre “nuevo” que curiosamente no es más culto, ni tiene más adelantos ni comodidades, y que sin embargo, es más feliz. En la sociedad comienza a aparecer la burguesía, la llamada más tarde clase media. El individuo pierde ataduras morales y el mundo se le alumbra con unos conceptos que ya existían, pero que simplemente a él le llegan de forma distinta.
La visión del mundo es ahora, antropocéntrica, es decir, antes había de explicarse cualquier cosa exclusivamente a través de Dios, ahora no, el hombre es el centro de todo. y ello, en parte y curiosamente por la irrupción en la sociedad de aquel momento, de unos muy simples conceptos, en lo referente a lo que va a ser la nueva forma de entender la vida del hombre que surge.
Son cuatro y es precisamente uno de ellos, el que me ha inducido a esta desviación.
Perdón, por ello.
Los cuatro conceptos son locuciones latinas:
1.-“Beatus ille”. – Dichoso aquel. Que hace referencia a la vida sencilla, en el campo y lejos del bullicio y de la tensión de la ciudad y los negocios.
2.-“Carpe diem” – Que significa algo así como, toma el día, atrápalo y vive cada momento.
3.- “Locus amoenus” Sería como, lugar agradable, encantador, en el que te encuentras cómodo y sientes un especial bienestar.
4.- “Tempus fugit” Puede leerse como que el tiempo se escapa, es fugaz. Naturalmente hace pensar que su rapidez es el tiempo de que disponemos.
Parece que estoy escuchando voces en mi interior que dicen: ya que has tratado de definir el hombre antiguo y al de la Edad media, y además lo has citado, ¿por qué no tratas de definir al moderno? ¡Anda, valiente!
A este, sí, ya le han llegado los adelantos técnicos, las comodidades, el aburguesamiento, incluso el lujo, como última adquisición de la sinrazón.
¿Más culto? pues no me atrevería a asegurarlo.
Oigo, con auténtica tristeza, rayana en la desolación lo que dice una de mis nietas: – a los que no han escogido ciencias, los llamamos -“letrasados”-.
Y el problema no es que no hayan leído a Ovidio, ni que no sepan quién era, no, el problema es que les parece una auténtica estupidez pararse a intentarlo.
Pero claro, también es cierto, que el hombre actual es el que les responde.
¿Mira, que si tienen razón?
Efectivamente, al hombre moderno Dios, no se lo explica todo, tampoco gira el mundo alrededor del propio hombre como en el Renacimiento; ahora hay que explicar nuestra existencia intentando conocer lo que nos queda por entender, el cosmos.
El mundo ahora es cosmocéntrico, y la verdad es que no sé si esa palabreja pueda emplearse, pero es real, está ahí mismo. Conceptos ya antiguos, como la distancia, el tiempo, la estabilidad, la información, pierden por momentos realidad. Observad a un grupo de jóvenes ¿quién no lleva un portátil que le relaciona de manera inmediata con el mundo exterior y sobre todo, con la información universal?
Pero volvamos a lo nuestro.
Bien es verdad que ya en la antigua Roma, un poeta de los más insignes, y yo diría que posiblemente el que más, Horacio, empleó en una de sus obras, el ya muy célebre “beatus ille”, en unos versos que dice:
“ Beatus ille qui procul negotiis.
Qué traducido, sería algo así como: Dichoso aquel, que lejos de los negocios…
Convirtiéndolo así en una expresión: Dichoso aquél.
Aquí es donde yo pienso que comenzó el lio, con lo de “Beatus ille”.
Primero, efectivamente, en la antigua Roma y, después en el Renacimiento cuando pusieron nuevamente de moda la frasecita.
El hecho es que sea por una u otra causa, la figura de San Beato de Liébana, que resulta que es Santo de la Iglesia Católica (19 de Febrero); y no Beato, sin embargo, sí, es Beato de nombre, y queda como una figura bastante oscura, con poco relieve y desde luego, más bien desconocida y además, por si fuera poco, teniendo que asociarlo con los códices antiguos.
Y veréis, porqué:
Parece que nada es mejor para tener buena información de un personaje que, por supuesto, con los libros apropiados. Ahora, efectivamente, también con Internet. Pero a veces además, acercándose a los lugares donde trascurrió su vida.
Bien, pues vamos allá.
La Liébana es una comarca de Cantabria, una de nuestras más bellas autonomías, y no solo por su hermosura natural, incomparable efectivamente, sino por su grandiosidad, son los célebres Picos de Europa en su estado puro.
Efectivamente, no es solo belleza, es dimensión y esplendor, es magnificencia, puede que sea nada más, que la forma de hacernos sentir nuestra pequeñez.
Y he aquí, que Santo Toribio de Liébana, el célebre monasterio, es un bonito sitio, donde parece que nos podemos acercar mejor, a la figura de San Beato, puesto que vivió y trabajó en este lugar.
En el Monasterio, existen sí, copias de beatos, es decir, de códices. Me parece que diez o doce, algunos preciosas piezas, pero nada más, son copias realizadas ahora, con las técnicas de impresión modernas. En una palabra – facsimiles – Y es donde me entero de que existen, unos treinta y cinco conocidos como originales y verdaderos de los llamados -beatos – repartidos por el mundo. Están todos ellos realizados entre los siglos siete al trece, y que se encuentran en distintos lugares: Monasterios, Catedrales, Academias de Historia, Bibliotecas Nacionales. Naturalmente protegidos como verdaderas reliquias.
Estas copias, las verdaderas naturalmente, se elaboraron, partiendo del original que era precisamente el realizado aquí, en este Monasterio, por San Beato de Liébana, con el título de Comentarios al Apocalipsis.
Esto quiere decir, que fue tan importante y trascendente la obra de San Beato en aquel tiempo y tal su difusión, que en posteriores siglos cualquier monasterio o institución con medios, y lógicamente con posibles económicos, es decir con mano de obra suficiente, lo cual en aquellos momentos significaba monjes, lo quisieran copiar, y de hecho algunos lo hicieron.
La capital de esta bella región a la que llegamos, La Liébana, es un municipio llamado Potes, declarado conjunto histórico. Verdaderamente una auténtica preciosidad de pueblo.
Naturalmente el alcalde, como todos los de España, con una sola excepción, que es justo nombrar: Don Francisco Vázquez, en La Coruña, no se han dado cuenta de que actualmente el ser humano normal ha sufrido una transformación orgánica, consistente en el crecimiento de una especie de esqueleto externo, con ruedas y motor, que lo traslada, pero del que ha de desprenderse, para vivir en sociedad.
Nada, no hay donde coño despojarse del exoesqueleto, en ningún sitio.
Y, naturalmente, más si son fiestas.
El rio Deva, que atraviesa el pueblo, nace arriba, en los Picos de Europa, precioso, y me trae tantos recuerdos de años atrás, en los cuales yo era joven y, subía un par de veces al año desde Madrid, a estos parajes a pescar el salmón, aquí y también al Cares en Asturias.
Lugar este, de Potes, como es natural y lógico, eminentemente turístico. Se dedica a eso, vive de eso, pero no sé si decir que está preparado para eso.
En cuanto a infraestructuras comerciales, de tiendas, bares y alojamientos, sí, desde luego que sí. Muy bien, sin embargo en lo referente a lo que se ofrece al visitante, puede que no tanto. Son exclusivamente, dos grandes grupos de cosas las que se pueden adquirir; por un lado la fabricación china completa y por otro, los productos propios del sitio: tocino, garbanzos, chorizo, orujo, y queso.
Eso sí, todo excelente.
En lo cultural, ya es otra cosa, bastante más triste por cierto.
Veamos:
En la parte más céntrica del pueblo, una monumental torre de sillería.
¡Qué hermosura!
Almenada, de una altura de 5 a 6 pisos, grande, espléndida, solemne.
¡Bendita y venerable piedra!
Y en ella, el Ayuntamiento: – nuestra gratitud y agradecimiento por delante – ha realizado una obra interior de relevancia y envergadura, propia del momento: acondicionamiento, iluminación, estructura, materiales, en fin, como casi todo lo que se hace ahora: derroche.
Ahora ya, no hace falta ni ser vasco, para tener que poner aeropuerto.
Que no piensen los idiotas esos de las otras autonomías que aquí nos faltan posibles. ¡Mira tú que leche! ¡Vamos hombre! ¡Estaría bueno!
Lo importante, unos veinticinco libros, sí, “beatos”. En sus correspondientes urnas de metacrilato, preciosos, y como corresponde, todas también, copias modernas, con explicaciones escritas en letra diminuta al lado de cada uno, a la altura de la entrepierna.
Es claro, que absolutamente nadie se ha leído más de dos o tres, los visitantes muy resistentes puede que cuatro y los profesionales del contorsionismo circense, cinco, más no, imposible. Así mismo, videos, y maquinitas de esas para acertar que emperador romano persiguió con mejor o peor mala leche a los cristianos, cosas así, sin duda pensando en los colegios.
Pero el problema surge, cuando la persona que atiende a la entrada, me dice que sí, que el Beato es el autor, y que no llegó a Santo, pero que el Santo, es Santo Toribio, y que esto de los “beatos”, parece no estar claro del todo, ya que parece que fue Santo Toribio, pero no sé… ¿sabe…? Bueno la verdad, es que no está muy claro…
Un auténtico embrollo.
Vamos a ver si yo, con sencillez y en mi modestia, puedo aclararos algo.
Lo primero que os pido, es que intentéis poner toda vuestra voluntad en imaginaros dos cosas, por un lado estos parajes, con su sobrecogedora orografía. Y por otra, las circunstancias que se daban aquí en el siglo ocho; años setecientos y pico en adelante, que es donde quiero llevaros para tratar de dar un poco de luz sobre el tema.
Desde el siglo tres en adelante, el Imperio Romano pierde fuerza, cada vez es más difícil defender sobre todo, las fronteras del norte. Pueblos que van llegando de oriente “empujan” y llegan a romper los límites del imperio. Las divisorias se permeabilizan y van penetrando gentes a todas las provincias romanas, y naturalmente también aquí, a Hispania.
Son gentes nuevas, fuertes, vienen de climas extremos acostumbrados a luchar para conseguir tierras a cualquier precio, los suevos, vándalos, alanos, y sobre todo los visigodos, los más rudos y numerosos.
Imaginaros aquellas gentes llegadas del frio nórdico, que vienen buscando tierras más fértiles y sobre todo con mejor clima, que llegan vestidos de pieles sobre pieles para resguardarse de los crudos inviernos, y que según van bajando hacia Levante, se van quitando ropa.
Es lógico pensar lo que pasaría con ellos. Pues naturalmente lo mismo que pasa con los que vienen ahora, que terminan en Benidorm en pelotas, y lo que es peor, borrachos.
Natural.
Porque, observando seriamente, con el buen clima se vive mejor, no es imaginable cantar y bailar a cinco o diez grados bajo cero. De hecho, con el calorcito y la desnudez que conlleva, las partes pudendas quedan más a mano, y aunque te pongas los primeros días un poco “colorao” con el sol, la cosa pasa enseguida; y lo que ocurre como siempre es que los listos: – se quedan – y los que no pueden, se van a trabajar como bestias con la idea de ahorrar y volver.
Es la misma película de siempre.
Estos visigodos que llegaban, eran gentes de ideas muy fijas, sabían lo que querían y ponían cualquier medio para conseguirlo.
Eran gentes, en general, pendencieras, belicosas y muy agresivas, mala gente no, pero de muy mala leche. Pienso que, posiblemente, esa sea una de las características que más han perdurado, pero esto son cosas mías, basadas exclusivamente en repasar la lista de los reyes y las causas de las terminaciones de sus reinados: rebeliones, muertes, destronamientos, etc.
Con esto, llegamos a Rodrigo, el último de la lista, que había conseguido el poder por un golpe de estado, destronando a Witiza. Ocurre lo de siempre: sí, efectivamente, que los partidarios del rey depuesto, piden ayuda a terceros y, en este caso, desafortunadamente fue a los moros.
Y se organizó un tremendo cataclismo, tan importante fue, que se tardaron más de siete siglo en arreglarlo.
Realmente con lo anterior, conocemos a los que ocupaban en aquellos momentos este solar: una mayoría de autóctonos, bastante romanizados todavía y una minoría a los que podíamos llamar, extranjeros procedentes del norte, que habían venido a quedarse por la fuerza… que se habían quedado y que mandaban.
Pero ¿quién eran los que llegaban? O mejor dicho, a los que pedimos que vinieran.
Los árabes.
Y, estos, ¿Qué características tenían?
Interesante asunto;
La primera y posiblemente una de las más importantes, es que eran muchos, bueno muchos no, muchísimos.
Lo que había ocurrido era prácticamente lo mismo que aquí en occidente.
El Imperio Bizantino, que era simplemente la parte oriental de Imperio Romano, también perdía fuerza, y en lugar de por el Norte, como por estas latitudes, en aquellas, era por el Sur, por donde se permeabilizaban las fronteras y penetraban gentes de otras características.
Allá por el año 600, más o menos, había aparecido en la parte cercana al mar Rojo, en la península arábiga y, en una ciudad llamada Medina, y otra cercana, La Meca, un personaje muy característico que comienza a predicar una religión. Es simple, sin grandes complicaciones teológicas, pero con unos preceptos extraordinariamente prácticos para aquellos tiempos.
Mahoma, se llamaba, había viajado y conocido las religiones que ya existían, la judía y la cristiana, monoteístas las dos y basadas en promover la paz entre los hombres, que parecía ser lo más conveniente como reclamo publicitario en aquellos tiempos tan revueltos.
Y a él, ¿que se le ocurrió?, pues lo mismo, otra. También monoteísta, basándose igualmente en las raíces abrahanicas, y por supuesto asegurando que su propósito y finalidad es, como en el caso de las otras dos, la paz entre los hombres…
Pues mira que bien.
Eso sí, la estructura ideológica de ésta, que pone en marcha, es más simple: le cambió el nombre a Dios, y prohibió cualquier representación suya.
No lo humanizó, ni le dio identidad, como la cristiana, con lo cual quedaban evitados los dogmas correspondientes al nacimiento y muerte, que tantos quebraderos de cabeza le han traído a lo largo de la historia. Pero eso sí, asignó como sustanciales una serie de preceptos: no consumir carne de cerdo, ya que las mortalidades por triquinosis eran enormes, y no beber alcohol, que de siempre ha sido una medida muy conveniente higiénicamente.
Y comenzó su predicación.
El éxito, verdaderamente inaudito.
En aquel momento y como su consecuencia, comienzan a crecer en número verdaderamente exponencial sus seguidores, en razón, por una parte, de la idoneidad de las medidas, pero sobre todo, por otra norma que todavía no hemos citado, posiblemente la más importante.
La poligamia.
Resultó muy bien todo, tanto que dado el efecto “gallinero” la población creció de forma impresionante y en los siguientes siglos se extendieron en todas direcciones y en número verdaderamente extraordinario.
Y llegaron, llegaron por el norte de África a invadir nuestra península, posiblemente, aunque no los hubieran llamado, es seguro que habrían pasado.
Y en poco tiempo, unos 10-15 años estaban en los Pirineos.
Del pobre Rodrigo que fue el primero en enfrentarse a ellos, no quedaron más que las noticias, y se hizo realidad aquel dicho tan célebre:
Y llegaron los moros
y nos molieron a palos.
Que Dios ayuda a los malos
Cuando son más que los buenos.
Pero claro, con esa manía tan tonta, que por cierto, aún conservan, de cortarle el cuello a todo aquel que no esté de acuerdo con sus creencias pues el hecho vivir por estas latitudes peninsulares se puso francamente incómodo.
Y en estas condiciones lo mejor suele ser marcharse.
Vuelvo a pediros que sigais manteniendo aquel esfuerzo de imaginación que antes os pedía, para poder imaginar, los lugares, el paisaje, los desfiladeros, los puertos, las quebradas, y además de todo ello, esa vegetación de bosques exuberantes.
Aquí en Cantabria y en Asturias las condiciones orográficas son tales, que casi solo con piedras se puede detener a un ejército de los de entonces. Así de sencillo, no hace falta nada más, y eso hicieron, y quedó un territorio hasta el mar, en el que se comenzó a organizar todo.
Es eso lo que los asturianos de ahora llaman España, y tienen razón, puesto que lo demás fue terreno conquistado.
Naturalmente allí en aquel territorio, es donde poco a poco, y a su refugio, fueron llegando los que no soportaban lo del “moro”. Y justo a un monasterio situado en aquellos parajes, que entonces se llamaba de San Martin de Turieno, llegó nuestro personaje. Al que por cierto, había llegado también, años antes, un tal Toribio que era obispo en Astorga, y que se trajo con él una importante reliquia, nada menos que el trozo más grande que parece que se conserva de la Cruz en que murió Jesucristo, el “Lignun Crucis”. Que así mismo, había llegado allí, también huyendo y, para que no cayera en malas manos la reliquia.
Aún hoy, se conserva y venera en el Monasterio que ahora se llama con bastante lógica, de Santo Toribio de Liébana
Este, San Beato, al que nos referimos, que llegó después, huyendo también hacia las tierras más seguras del Norte, parece ser que era persona muy culta y que en aquel lugar existían códices y materiales suficientes para que con su voluntad y sabiduría comenzara a trabajar, y así lo hizo.
De su persona tenemos muy pocos detalles y todos son inconexos y sin veracidad contrastada. Se cree, natural de algún lugar de la meseta castellana, o incluso de Andalucía, parece ser que fue confesor y preceptor en la corte de Alfonso I, en Oviedo, y que terminó sus días en el Monasterio de Valcavado en Palencia, pero lo que sí conocemos por su obra es su gran erudición, sus conocimientos amplios de la obra de los clásicos, y sobre todo, poseedor de una inquebrantable fe en todos los postulados referentes a la ortodoxia cristiana. Así mismo también su valentía en defenderlos ante las corrientes que llegaban incluso del obispo de Toledo, un tal Elipando, en cuanto al adopcionismo de Jesucristo, que era considerado entonces solamente hijo adoptivo de Dios.
Su obra tiene el mérito, no único, pero desde luego significativo, de ser ante todo una traducción al latín de uno de los más importantes libros del Corpus Bíblico cristiano. El Apocalipsis de San Juan, que pertenece más al Antiguo que al Nuevo Testamento, y por ello, tiene más influencias judías que los otros Evangelios, y que había sido escrito, parece ser, sobre el siglo I, en el peor momento de las persecuciones a los cristianos en tiempos de Domiciano y Nerón.
El libro comentado, el Apocalipsis, es sinónimo de profecía del final de los tiempos y por tanto sus comentarios, sus explicaciones y sobre todo su iconografía, representando con imágenes los textos, teniendo en cuenta que casi nadie sabía leer, dieron una difusión al libro, en aquellos tiempos tan importante.
La obra, – Comentarios al libro Apocalipsis de San Juan – son dos tomos en uno de los cuales aparece un –mapamundi- en el cual el lector, – bueno, o el que lo mira- puede encontrar los lugares sagrados nombrados en la Biblia. Se trata de lo que ahora denominamos un mapa de T en O.
Y esto, ¿qué quiere decir? se trata de que en la Edad Media, y siguiendo a San Isidoro de Sevilla, se representaba el mundo en plano, y circular, como una O, y dentro de ella una T, dividiendo su centro, el mundo, en tres partes iguales, siendo el trazo vertical el Mediterráneo, y a sus dos lados los territorios conocidos.
Pero eso sí, su autor supo en su momento defender con verdadera valentía y ardor esas ideas frente al adopcionismo que ya hemos citado, que en el fondo era simplemente una especie de subordinación a las ideas mahometanas, intentando menguar, en lo posible, la divinidad de Cristo.
Efectivamente, la realidad es que nos encontramos con una publicación que en su momento resulta ser un arma de ortodoxia cristiana contra las herejías, un verdadero bastión frente al adopcionismo
La relevancia de la obra en aquel momento, fue extraordinaria y su divulgación, excepcional, ciertamente como podía serlo en aquellos tiempos en los que los medios de comunicación eran ciertamente muy rudimentarios, pero eficaces, ya que durante muchos siglos y en algunos sitios se realizaron las copias a que nos referimos.
Son estas, a las que denominamos “beatos”.
Así, en genérico. La verdad es que no lo sé, pero puede que alguien les diera ese nombre como homenaje, o en recuerdo a su autor primigenio. Es decir, San Beato.
Claramente que en cada sitio donde se copiaron, todos aquí en nuestra Hispania, ya que se trata de un genero específica y únicamente nuestro, en el que se realizaban, las copias, ponían algo de “cosecha” propia y algunos de ellos son verdaderas joyas.
Teniendo siempre en cuenta que se trataba de los siglos ocho, nueve y hasta el trece y, que como es natural, eran producto del trabajo de monjes que se dedicaban a ello, en cientos y cientos y podríamos decir, miles de horas de trabajo y por supuesto, exclusivamente con la punta muy afilada de una pluma de ave y sobre una piel de cordero preparada a ese efecto.
Efectivamente, una piel para cada hoja, preparada, curtida, amolada con piedra pómez para depilarla convenientemente, estirarla, y realizándole una orla, para enmarcarla y escribir en ella, con oro y unos seis o siete colores a lo sumo.
Puede parecer exagerado, pero me atrevo a deciros que posiblemente sean estos “beatos” una de las más importantes obras con más hermosura de la humanidad.
Para mí, es la belleza más sublime y, puede que la más eterna, ya que representa el encanto de lo simple, con el atractivo de lo elemental y la delicadeza de lo inocente.
Tienen algunas de sus páginas la sencillez de un dibujo infantil, pero se observa que está realizado por manos especializadas, de gran ingenio y por supuesto con infinita paciencia.
Repasando algunas de sus páginas yo disfruto mucho; es como si tuvieras que dejar volar tu fantasía para tratar de averiguar lo que en realidad quiere decirse en cada página.
Es natural, estaban hechos para gentes que en su gran mayoría no sabían leer.
Pero, en general, si nos fijamos bien, podemos entender sus fórmulas de ejecución: si se trata de tiempos o facetas distintas, lo dibuja en franjas horizontales. Los seres malignos en forma siempre de reptiles, monstruos o machos cabríos, la pureza en forma de una doncella, las representaciones son: arriba siempre Dios, en forma de paloma o cordero. En el inmediato inferior, el hombre, más abajo los animales domésticos, luego los salvajes; cuando requiere hablar del mar, lo bordea todo de una franja azul en la que pinta diversos peces, en fin, no quiero cansaros, es la maravilla que supone entender que en aquellos tiempos, con aquellos medios y en circunstancias muy difíciles el ingenio humano ha sido siempre capaz de abrirse paso para la expresión, en forma de escritura, o de figuración, como en este caso. Lo que nos demuestra que invariablemente y en todos los tiempos ha perdurado solo lo auténticamente excelente.
Dentro de su inocencia conceptual, con absoluta falta de ostentación ni soberbia, que es el gran pecado de la civilización actual. Toleramos, poco y sus consecuencias son siempre las mismas. Violencia.
Evitarla es aislarse.
Claramente, no hay nada más seguro que una cárcel.
Y así será el mundo.
Tenéis razón, es verdad., A lo mío. Perdón.
¿Qué cuantos beatos originales existen? Treinta y tantos. Más o menos.
Bueno, parece un tanto ilógico, citarlos todos. Si tenéis interés podéis verlo en Internet.
¿Qué donde están?
Los originales, naturalmente en los sitios más diversos: en la Biblioteca Nacional, en la Real Academia de la Historia, en la British Library de Londres, en diversas Catedrales, en El Escorial y en bastantes más sitios, como os digo, hasta treinta y cinco.
Voy a citaros alguno, a modo de ejemplo:
Posiblemente el más característico de todos es uno que se conserva en la Biblioteca Nacional en Madrid: conocido como el de Fernando I y Doña Sancha, o también de San Isidoro de León, por ser este el sitio donde originariamente se encontraba.
El beato de San Millán de la Cogolla que se encuentra en la Real Academia de la Historia.
El de San Miguel de Escalada que se conserva en la Pierpont Morgan`s de Nueva York. El de Tábara en la Biblioteca del Monasterio del Escorial.
Uno muy importante, el de Gerona, que se encuentra en su Catedral, y se conoce a su realizador, el monje Emeterio, y también es, el que más miniaturas posee.
La Brithish Library de Londres, conserva el de Santo Domingo de Silos, realizado por los monjes Domingo y Munio y con más de cien miniaturas de gran belleza.
Y así hasta 35.
Voy a intentar ahora aproximaros, con mis modestas posibilidades, a algunas de estas maravillosas obras. Repartidas hoy por las más diversas instituciones culturales del mundo.
Entendiendo que es muy difícil que podáis contemplarlos, pero para que consigáis una visión de conjunto, más o menos, y disfrutéis de su belleza, admiréis la paciencia, y valoréis la inocencia de sus autores, intento mostraros algunas páginas de varios «beatos».
Considero que son verdaderas y geniales, obras de arte
Para ello, reproduzco unas fotografías realizadas personalmente de una publicación de Moleiro Editor S.A. sobre ellos:
Visión de los Cuatro Jinetes.
Perteneciente al Beato de San Andres del Arroyo, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia
Arde Babilonia
Correspondiente al Beato de San Andrés del Arroyo, conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.
El Juicio Final
Biblioteca nacional de Francia
El Infierno
Correspondiente al Beato de Santo Domingo de Silos. En la British Library
La Adoración del Cordero
Perteneciente al Beato de Santo Domingo de Silos que se encuentra en la British Library en Londres.
El Cordero sobre el Monte Sion
Del Beato de Santo Domingo de Silos. En la British Library
Doble Arco
Del Beato de San Pedro de Cardeña, que se guarda en el Metropolitan Museum of Arte de Nueva York.
El Cordero adorado por Ángeles, Mártires y Bienaventurados
Biblioteca Francisco Zabálburu
La Metáfora de la Palmera
Del Beato de San Pedro de Cardeña, en el Museo Arqueológico Nacional.
Maiestas Domini
Perteneciente al Beato de Gerona conservado en su Archivo Capitular
.
San Juan recibe el libro y la vara para medir el Templo
Del Beato de Gerona, que se encuentra en su Archivo Capitular.
El Reino de la Bestia de las siete cabezas
Perteneciente al Beato de Gerona y conservado en su Archivo Capitular.
Pensad ahora conmigo, que dándome cuenta de que es muy difícil admirar todos los originales, y solo imaginándolos ahora, con mi pobre ayuda, lo que supuso, por un lado, la invención de la imprenta. Por otro, tratar también de meditar, que en el momento actual, no por completo, afortunadamente, pero estamos a punto de pasar una página de la historia en la cual desaparecerá pronto el soporte papel.
¿Os dais cuenta de lo que esto significa?
Si, efectivamente:
Tempus fugit…
ME GUSTA MUCHO, GRACIAS POR EL LABOR
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