Un estudio diferente sobre el amor
Una visión del cariño entre seres humanos que nos llega desde el Siglo XIII, sin mentiras ni falsedades, pero eso sí, con cierto atrevimiento y hasta picardía por los impedimentos que se iniciaban.
¡Qué barbaridad! qué manera de llover… y ahora el teléfono…Pues mira, gracias al manos libres, que sino, con la nochecita que hace, conduciendo y con este temporal, iba a contestar… quien yo sé…
- Sí… Dígame…
–Pero ¿qué te pasa?… Me dijiste ayer, que llegarías como a las seis y media o siete, y son las nueve.
-Tienes razón, me he entretenido terminando unas cosas y he salido de Madrid muy tarde…
–Pero, ¿vienes?,
-Claro que sí, estoy en el coche y, además, he tenido mucho tráfico al salir.
–Y, ¿por dónde estás?
-He pasado Guadalajara hace un rato; pero es que no te imaginas lo que llueve y voy despacio… Estoy entre Tórtola y El Burgo; ahora mismo, pasando por el Monasterio de Sopetrán.
–Aquí también llueve bastante, vamos a tener mañana una cacería con agua.
-La verdad es, que no sé, si con esta noche tan infernal, no me quede a dormir por algún pueblo de estos…
-Pero, te vas a perder la partida de mus…
-Sí, ya, pero es que no te figuras como llueve…
-Como quieras. De todas maneras, si madrugas mañana un poco, aquí ya sabes que entre el sorteo, las migas del desayuno y los consejos y las advertencias, hasta las diez, o así, no saldremos al campo.
-La verdad es que estoy cerca, y no sé si merece la pena, pero con esta noche de perros no estoy seguro de lo que haré.
-Haz lo que te apetezca…
–Vale, gracias
-Hasta luego o hasta mañana, tú verás.
-De acuerdo…
………….
-Joder, cada vez llueve más, como vea un sitio decentito, me quedo a dormir por aquí…
-Pues vale, aquí mismo. No aguanto….
-En este pueblo…
!Mira tú por dónde!… Hita, el pueblo del Arcipreste
Pues ahí, ahí mismo me quedo. En esas luces
Al menos,… pregunto.
La Posada de Rosa.
Pues eso. Aquí mismo, sin pensarlo más.
-Buenas noches, Señora, por decir algo.
-Buenas, sí, sí, y lluviosa que está la noche…
-¿Tiene usted una habitación para dormir? Es que voy de caza a Jadraque, y tengo sueño, y con esta nochecita…
–Pues naturalmente. Muy bien, hace usted muy bien, que no está la noche para caminos.
Sin embargo, fíjese usted, nosotros, aquí en el campo, ya sabe lo que decimos… “Más vale agua del cielo, que todo el riego”.
-Claro, sí señora, tiene razón pero también hay uno en el Quijote que dice: “Nunca llueve a gusto de todos”…
¡Ja..Ja!. Es verdad…tiene usted razón.
Pues, le voy a poner en la siete, que la ventana no da a la carretera..
-Muy bien, como quiera, pero creo que dará lo mismo, señora, porque además de que, con esta noche, habrá poco tráfico, yo traigo un sueño, que cualquier sitio me va a parecer perfecto.
–Pues aquí, en esta, va a estar usted muy bien. ¡Hale! Buenas noches!
. ¿Hay que despertarlo mañana a alguna hora?
– En principio no, pero bueno, aunque yo creo que me despertaré, pero, por si acaso, llámeme sobre las ocho u ocho y media…
–Así lo haremos, como usted dice
Muchas gracias. Buenas noches…
-Hasta mañana, que descanse usted bien.
-Gracias. Buenas noches…
-Uy, qué cama tan amplia, pero leche, ¡hace frío!, pues nada, sin pensarlo, dejo encima de este mueblecito la bolsa y el rifle, me tomo la pastilla y… a la cama, sin más…
-La verdad es que, más que frío, lo que se nota, es humedad…se mete hasta los huesos; pero bueno…a dormir.
…………
Qué cosa tan rara, yo juraría que anoche esas casas parecían más altas, claro…!no sé!, puede ser… estaba todo tan oscuro y llovía tanto… y por cierto, ya está todo seco… también es curioso.
Qué mujer tan extraña, esa que viene… qué vestidos tan largos…y lleva la cabeza tapada con una toca, como de monja…!es muy extraño!…
¡Pero bueno!, que raro…me ha visto y ha salido corriendo…
Mujer… oiga…, No corra, …escúcheme…
Voy a subir, hasta esa esquina, a ver…
¡Pero coño! ¿Qué puede pasar aquí?…
A ver, mujer, óigame…
No me cierre la puerta, por favor, escúcheme…
La vieja, igual que la otra… me cierra la puerta como espantada…
Nada, ninguna; y qué cara de susto ponen todas cuando me ven acercarme. ¿Qué puede pasar aquí? Todo esto es extraño, de verdad, muy extraño.
!Hay que ver, qué cosas me pasan a mí!
Voy a seguir por esta calle hacia arriba, !menuda cuesta!… y con este condenado empedrado. Qué pueblo tan insólito, todo parece tan pobre, es curioso…las casas como pequeñas y muy humildes…no sé..
En aquella puerta, parece que hay una persona recostada, voy a ver…
Pero hombre… ¿Qué le pasa? No se asuste, que no le voy a hacer nada…
No me mire con esa cara de asombro…
–Vea, Vuestra merced, que soy un pobre viejo tullido, y no me lastime…
Pero, hombre de Dios, ¿Por qué había de hacerle daño?
-En su Santo Nombre y en el de todos los Santos del Cielo, ¿qué quiere usted de mí?
-Nada, hombre nada. No se asuste.
–Pero, ¿Quién sois, con esos extraños atuendos que portáis, de esos singulares colores?
Ah,… bueno, te llaman la atención los colores de mi chaqueta, se llama mimetizado, es una mezcla de, verdes grises y pardo, que usamos los cazadores para pasar más inadvertidos sobre el terreno, ¿no lo conocías?
–Por ventura que no, nunca había visto cosa igual, ni semejantes ropajes…! La Virgen Bendita me valga ¡, ¿sois de otro mundo?
-No, hombre, claro que no, soy de tu mundo, tranquilízate. Y ¿qué te pasa? ¿Por qué estás sin moverte, echado sobre esas tablas?
– ¡ Ay de mí ¡ Casi muerto soy, hace ya dos sementeras que hube una desdichada caída, con herida sin sangre, pero de tal calamidad, que mejor fuera la muerte. Quedé desde entonces sin juicio ni movimiento en las piernas, como si de corcho fueran…y de esta manera estoy esperando la muerte…
-Lo siento, hombre, lo siento…! qué barbaridad.!
–Quebradura de espinazo lo ha llamado un físico que viene por aquí. Y no me dio remedio ninguno…
Del mismo parecer fue nuestro Arcipreste, que tiene mucha fama de gran entendimiento en todo, y es hombre hasta de muchos libros…
-Claro, no me había dado cuenta, es verdad, el Arcipreste, ¿ y vive aquí?
–Pues claro, por ventura, ¿dónde habría de vivir?
-Oiga, ¿y podría conocerle?
En aquella casa, en lo alto; allí lo tendrá en su menester de siempre…con libros, que algunos tiene y no menguados, y hasta los lee, parece que con gran provecho…y hasta dicen que está en hechuras de uno, y no será milagro, pues es hombre de muchas y muy altas letras
-Muchas gracias por tu información, subiré a ver… Y tú cuídate, que no eres tan viejo como dices.
–Mire, mire, vuestra merced, compadézcase de mí, y no se burle, que ya soy harto anciano; una hija mía, matrimonió la primavera pasada; cumple veinte por la Virgen de Agosto y yo, pues veinte tenía cuando nació; justos cuarenta tendré para San Blas; sí, muy viejo, muy viejo…y a más de ello, lisiado…pobre de mí.
Pobre hombre, efectivamente, da pena verlo, parece un auténtico anciano y dice que tiene 40 años, es verdaderamente inaudito, pero bueno, claro; comienzo a tener la extraña sensación de estar, no sé, pero es como de haber llegado a un mundo distinto, me cuesta hasta decirlo, pero esto parece el siglo XIII ……….
Voy a seguir subiendo.
Aquí, aquí, en esta casa debe ser… parece algo mejor…
¡Se puede!…Hay alguien en la casa…
-Ave María purísi…
¡Ay de mí!, muerta soy, la Santísima Trinidad me valga…!Por Dios bendito! ¿Qué buscáis en esta casa?
-Tranquilizese, mujer, que no pasa nada…
Por todos los Santos del cielo, no penséis desde vuestra jerarquía nada malo…
Que no, mujer, tranquila, y por favor no se quede así arrodillada, levántese…
–Pero, ¿vuestra merced, no viene con órdenes del Señor Obispo de Toledo, Don Gil de Albornoz?
-Pues claro que no, mujer, de ninguna manera, yo no tengo nada que ver con ese Obispo, ni con ningún otro…
-¿Entonces, no es jerarquía eclesiástica vuestra merced?
-Que no, mujer, que no…
– Pues, ¿qué buscáis en esta humilde casa?
-Pues, pensaba yo, la posibilidad de conocer al Arcipreste.
–Simple y discreto es el empeño que decís. Pero habéis de aguadar un tiempo a que vuelva.
Ofició al alba la Santa Misa, y presto tomó la caballería para partir a un lugar cercano que nombran – Burgo -, unas pocas leguas al sur, donde el señor cura, que atiende ese pueblo, se encuentra dolorido de fiebres y no está presto para atender su ministerio.
Nuestro Arcipreste, que en su alto rango cuida y atiende por igual los daños morales que los de las personas de todos los curas a su cargo, allá está, para remediar el mal.
Hasta pasado el Ángelus, o aún puede que más tarde, no llegará.
-Pues muchas gracias mujer, siendo así lo esperaré, si no le molesta.
-¿Y si por ventura no sois jerarquía? Y puesto que al decir de las gentes y, aún de los juglares que lo cantan, las mujeres somos decidoras, parleras y chismosas, y, sin querer pecar de ello ¿qué buscáis aquí?.
-Pues mirad, mujer, es un poco difícil explicar el objeto de mi visita, pero trataré…
Veréis, el hecho es algo así, que, por lo que me doy cuenta, se trata de que en el mundo al que yo pertenezco, tenemos en gran estima y en mucha consideración al Arcipreste. Más que nada debido a su obra… El libro de «Buen Amor».
-¿Cómo llamáis al libro?
De Buen Amor
Extraño título le dais. No le conozco más título que el suyo: «Libro del Arcipreste», aunque ahora, que se alcanza algo más a ser conocido, pues dos años ha, que se ocupa, el buen hombre de su segunda escritura, para embellecerlo; algunos lo llaman de los Cantares.
Más nunca había advertido ese nombre que decís vos.
Bueno, mujer… es que en mi mundo un hombre sabio y gran amante de todo tipo de literaturas, en las que además era muy entendido, que se llamaba Don Ramón Menéndez Pidal, le puso ese nombre, entresacándolo de alguna estrofa de sus versos.
Bueno será, y ¿por ese nombre lo conocéis?
-Pues sí. Y tiene mucha y buena fama.
–Nada me extraña, en verdad, lo de los honores y la fama, y segura estoy que no será tanta como merecimientos tiene… Que hartos son.
-Pues es verdad. Pero, por lo que veo, mujer, ¿conoces el libro?
–El cielo me valga, pues claro; no conozco en el vuestro, pero en este mundo nuestro, el libro tiene gran estimación, tanto ya, por sus grandes virtudes, como por la gran sabiduría y buena razón que alcanzan sus consejos.
Y esto es de muy general conocimiento, y ansi mesmo, como que grandes han sido los pesares que por él, ha padecido el Arcipreste.
-Cuéntame, mujer, cuéntame…
–Pues, vea su merced, señor viajero, que aunque no conozco el vuestro, este nuestro es un mundo de mucha renovación y mudanza que, segura estoy, alcanzará al vuestro y, por este pueblo, que es de gran brega y movimiento, como antiguo y muy concurrido camino hacia las tierras de Aragón, pasan muchos viajeros, igual a vos, y a más, muleros, caminantes, peregrinos, y toda clase de gentes; pero, sobre todo trovadores, que por aquí llamamos, juglares.
Y estos fueron los que llevaron, en sus continuos viajes por tierras extrañas, contadas y sobre más cantadas las aventuras del Libro que el Arcipreste escribiera como si fueran su propia condición y vida; y escuchadas que fueron, con gran escándalo. Llevaron gran daño y pesadumbre y, hasta la cárcel, al Arcipreste.
-Sí, sí, lo entiendo, parece que aquí ocurre como en mi mundo, no se trata tanto de la noticia, sino, de la malicia con la que se cuenta…
–Cumplida verdad es lo que decís. Que bien estaba argumentado y escrito, estaba que eran ejemplos para buenas y malas gentes; igual que dicho quedaba, que eran semejanzas que ocurrían a un tal Don Melón, que no era el Arcipreste, y era de general entendimiento los quebrantos que producen los malos amores; modelos para el buen y santo vivir, y acomodar los hábitos de las gentes a la Ley de Dios.
Tanto, que en el Libro habíase escrito, tan ajustado y cuerdo, como aquello que dice:
Tú Señor, Dios mío, que al hombre creaste,
informa y ayuda a mí, tu Arcipreste,
a que pueda hacer un libro de buen amor, este
que a los cuerpos alegre y a las almas, ayuda preste.
Había oraciones a la Virgen; había citas, cuentos, fábulas, historias, versos de singular belleza y todo tipo de doctrinas, saberes, ideas y modelos, para una vida virtuosa.
-Pero mujer, también es cierto, que en uno de los episodios, en su viaje por la Sierra… el asunto de las serranas… ese no era un ejemplo, que yo sepa, eso le pasó a él ¿verdad? Es justamente cuando dice:
Cerca de Tablada
la sierra pasada
falleme con Aldara
a la madrugada.
Veo con gusto que conocéis la aventura. Pero, como hombre honesto y prudente, lo confirma sin agobios y, sobre todo, sin cinismos, que en estos asuntos suelen ser abundantes.
Siempre en la idea que expresa al comienzo del libro, y que es, según él considera, el reflejo fiel del comportamiento humano y, por ello dice en el principio del Libro:
Como dice Aristóteles, cosa es verdadera
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenencia; la otra, era
por aver juntamiento con fembra placentera.
-Desde luego, queda muy claro que el Arcipreste, no es ni cínico, ni mentiroso.
–Holgada y alegre soy de escuchar esto, y cierto es, como la luz que nos alumbra, que no existe en el ancho mundo hombre más honrado, justo y honorable como el nuestro Arcipreste.
Lo que sí es verdad es que entiende muy bien al ser humano y es un decidido defensor del amor, y lo deja claro, cuando escribe:
El amor faz sotil al ome que es rudo
facele fablar fermoso al que antes era mudo
al home que es cobarde facele muy atrevudo
al perezoso, face ser presto e agudo
al mancebo, mantiene mucho en mancebez
y al viejo, faz perder muy mucho la vejez.
–Verdadero es lo que escribió que vos conocéis, y bien recitáis. Y presumo que no existirá otro que conozca mejor al humano ser y sus acomodaciones y desquiciamientos; así como las turbulencias de sus conductas; y ansí mesmo, entienda más de sus innatas esencias y, por ello, de sus comportamientos.
-Pues es cierto, mujer, que en estos asuntos del amor y sus contornos hay mucha doblez y falsedad.
-Nunca conoceréis en el Arcipreste falsedades ni embustes, que será vano que los busquéis en su Libro.
Aparte de los muchos estudios en su juventud, en Toledo, es sagaz y avisado como liebre en el campo y, a la vez, sano de mente y hombre de buen sentir y mejor decir…
Pues mira, ahora que lo dices, es posible que pueda ser por eso, pero en efecto está en mi mundo muy bien reconocido, él mismo y su libro; tanto es así que, precisamente, desde hace casi cien años tiene en su memoria un monumento que, por iniciativa de ese gran hombre, que te decía antes, que le puso título al Libro, – Don Ramón Menéndez Pidal – se instauró en nuestra Sierra de Guadarrama, precisamente, cerca de Tablada, en un lugar próximo al que llamamos nosotros “Alto de Los Leones”
Cumplida, justa y cabal ha de ser esa persona de quien me habláis. Y segura estoy que, cuando se lo comentéis al Arcipreste, honrado será de tal merecimiento….
Oye, mujer, y tú que lo conoces, ¿sabes donde nació?, porque en mi mundo hay diversas opiniones, sobre si nació en Alcalá, como dice en el Libro, pero no se ponen de acuerdo sobre sí, Alcalá es, la del Henares, o la Real, en la provincia de Jaén.
Nada sé de su nascencia, yo lo conozco ya hecho y derecho, como árbol frondoso y de buenos y abundantes frutos, pero bien puedo deciros que, a fe mía, una persona como el Arcipreste, gran decidor, alegre, festivo, jocoso y hasta burlón, no parece que sean prendas estas, que adornen a ningún castellano, y sí, más bien, a uno del Sur.
Y, ¿cómo es que sabes tantas cosas de él? ¿llevas mucho tiempo a su lado?
No sé en tu mundo, pero en este mío la curiosidad es defecto o virtud de mujeres; más te contestaré.
Lo conozco ha mucho tiempo, y ahora atiendo su casa y le ayudo en lo que puedo. Hombre fuerte es, alto y bien proporcionado, de habla recia y andar enhiesto…
Pero ¿vives aquí con él?.
Más es defecto que virtud, por lo que veo, vuestro cuidado.
No, ¡Válgame el Cielo! de manera ninguna.
Desenfreno y escándalo sería ahora que existen tantas agitaciones y ajetreos en la Iglesia por cuenta del asunto de esa norma que obliga a clérigos normales, igual que a frailes, a no tener mujer cercana en su casa.
Parece ser que ya precepto es; y así lo manda el Obispo por orden de un Concilio que parece ser, celebrado en Letrán, o más bien, en Roma, según dicen.
Y, dime, mujer, ¿no te parece bien esta norma?.
–Cuál sea mi parecer no es estimado, ni alcance alguno puede tener.
Lo manda la Santa Madre Iglesia y cumplido ha de ser, sin pretexto posible.
Otra cosa sea, y que Dios perdone mi atrevimiento, que lo encuentre cuerdo y ajustado; por un lado, no es igual vivir la vida ordinaria como los frailes, enclaustrados en sus celdas, que en el agitado y revuelto mundo de ahora, que pienso no lo habrá más por muchos años que pasen; así como que, de ellos fue conocida la norma antes de tomar los hábitos, y no así, los curas que cuando llegaron a ese ministerio, aún no era de obligado cumplimiento la norma.
-Pues, la verdad, visto así, tienes razón
Yo, nunca me encuentro, cuando caído es el sol, bajo el techo de esta casa, pues en el pueblo hay judíos y malas gentes que pronto, y en mala hora, nos culparían al instante.
Y puedo desempeñar este oficio, puesto que soy vieja y viuda.
-Pues, ya ves, yo no veo ni una cosa, ni la otra… pero bueno.
–Vieja soy, aunque dice el Arcipreste que, más que vaca soy novilla añeja; y viuda, porque por Todos los Santos, de hace tres años, unas fiebres malignas se llevaron de mi lado a ese buen hombre, con el que unida estuve siete largos años.
Casé con él, ya de mozo viejo, eso sí, pero trabajador y buen cristiano; y claro, no muy dado a esos arranques del deseo y, con él viví, algunos fuegos, en verdad pocos; bastantes brasas y muchos rescoldos.
Y lo hice olvidados ya los ardientes amores de mi juventud en los que me entregué, en cuerpo y alma, al más apuesto y gentil mozo, que me hizo suya con promesa de matrimonio no cumplida, pues murió, según supe, en la batalla llamada del Salado, contra los benimerines, sirviendo en el ejército de nuestro Señor Alfonso XI de Castilla.
¿Conocéis, en vuestro mundo, aquella singular batalla?
Pues, naturalmente, mujer, si hasta tiene una calle en Madrid.
Pues en ella perdí la luz de mis ojos y mi alegría de vivir.
Y ¿cómo pudo ocurrir eso,? mujer…
Pues oíd lo que os contaré y tratad de entender mis cuitas e infortunios.
No sé si en vuestro mundo será referida la gran batalla que se uvo contra los moros, en un lugar llamado de las Navas de Tolosa; no la uvo igual en todos los siglos, ni en su grandeza fue menguada por ninguna otra.
Amaneciendo con ella, la opción de expulsar de nuestros territorios a aquesta mala gente de infieles, con la que convivimos.
!Muchos años ya de aquellos grandes sucesos!
Agora, casi cien años después, una nueva oleada de infieles llegó desde África, conocidos como los Banu-Marin o benimerines, han asaltado de nuevo la península; y nuestro Rey y Señor, junto con el Rey de Portugal, habían de frenar sus triunfos.
Organizóse un gran ejército, y por aquestas nuestras tierras pasó, en sus levas hacia la batalla el Señor de Vizcaya: Don Juan Núñez de Lara, que ofrecía buena soldada y mejor botín, y mi hombre, de hecho, sin fortuna, decidió unirse a ellos.
Y, ¿estáis segura de que murió en la batalla?
Cierta soy, en malahora.
Malas nuevas uve, por un compañero de un cercano pueblo que vivió la batalla, en la que según me refirieron, peleó mi hombre como un valiente, en las mesnadas de los vascos y en la costanera derecha de la lucha.
Estoy por mandar esta conversación a alguno de estos descerebrados de Bildu…
-Cómo decís…
No nada, perdona, continúa, continúa, por favor…
Y por estos caminos vieron mis ojos pasar, hacia Aragón y luego a Roma, la embajada que nuestro Rey y Señor envió a su Santidad Benedicto XII, con ricas muestras del botín conseguido y las banderas de los derrotados.
Pues, sí que es una triste historia, de verdad, pero sigue mujer, sigue…
Siglos vendrán que asignarán conocimiento sobre de quien ha sido el verdadero sacrificio, que en estos tiempos, solo a los hombres conceden, por sus muertes en las batallas, cuando realmente el verdadero sacrificio ha estado y estará, hasta el arrojamiento de todos los moros, en verdad, solo en las mujeres, que han ofrecido hermanos, maridos, e hijos y con sus pérdidas no han encontrado más bienes que, mermas, quebrantos y desilusiones.
Pero bueno, ¿cuántos años tenéis? Si es que puede saberse…
Veo, a fe mía, que es defecto y, advierto también que no pequeño, vuestra curiosidad.
Pues sí, vieja soy, con treinta y dos, pero aún pintan oros en mis ropas bajas, todas las lunas.
Pues muy bien mujer, me alegra mucho haberte conocido y agradezco las cosas que me has contado del Arcipreste y también tu confianza.
–Hace ya rato que tocaron las campanas al “Ángelus” y aún no llega nuestro Arcipreste.
No ha de tardarse ya mucho.
¿Apetecéis un plato caliente de una olla con potaje que tengo colgada del garabacho sobre el fuego?.
Mirad, que ni es vigilia, ni hoy día de disciplina alguna. Y puedo ofreceros antes unas tortas de sartén, que en un momento hiciere para vuestro gusto, con harina de cebada y almorta.
-Pues, la verdad es que tengo hambre y no me vendría mal. Pero no quisiera abusar de tu amabilidad…
Tomad asiento aquí, que al momento os lo sirvo, y con un buen vaso de vino, que no es malo por estas tierras; y sabré de esta manera, que no sois, moro ni judío, pues el bendito liquido, les es impedido por sus falsas y malas creencias y, la olla que es de carne de cerdo, que ansi mismo, y por igual motivo aborrecen estas malas gentes.
Oye, y ¿lleva patatas?
Qué extraña cosa nombráis, ¿ese fruto es de árbol o de huerta?
No, nada, perdona lo he dicho sin darme cuenta…
Este potaje, no lleva sino, buenas judías, algunas sémolas de trigo, bastante espelta, que por algunas malas tierras de por aquí, se da en abundancia; lentejas que vienen de las altas Castillas; varias y buenas, cabezas de ajo, y todo ello al fuego, desde el amanecer, con buen tocino y carne de cerdo.
-Pues, muchas gracias, mujer, no sé como agradeceros tantas atenciones…
Bebed y comed, de aquestas viandas, que presto llegará el Arcipreste y departiréis don él.
– Está delicioso el guiso, y el vino es añejo y fuerte, pero muy bueno… bien, todo bien, muchas gracias.
Y el caso es que ahora, después de comer y con este solecito, casi me apetece, mientras llega el Arcipreste echar un sueño…
No os cohibáis, que estáis en vuestra casa…yo, mientras, aderezo estos cacharros y le preparo las viandas al Señor Arcipreste, que estará al llegar…
………………..
Pero bueno, hombre de Dios, que sueño tiene usted tan profundo, estoy cansada de dar golpes en la puerta para despertarle…
Perdón señora, es que tenía un mal sueño. Muchas gracias.
Ande, tome usted esta taza de café, que le espabilará.
Gracias señora, pero es que acabo de comer…
¿Cómo dice usted?
No, nada, son cosas mías, estoy un poco confundido.
Pues, le diré que sigue lloviendo, no sé, no sé, ¿su cacería…?
– Tiene usted razón, ¡efectivamente!, voy a llamar a mis compañeros de la caza, a ver…
-Oye Félix, ¿sigue lloviendo por ahí?
–A cántaros, pero lo que te digo, a cántaros.
Están hablando con los perreros, para ver si es posible aplazar la cacería paro otro día. ¿Y tú dónde estás?
-Aquí, en Hita, medio mareado y con verdadero mal cuerpo y peor leche, por un mal sueño que he tenido. Estaba tan a gusto en el Siglo XIII, y me han despertado con sobresalto.
Y ¿qué vas a hacer?
Pues, creo, que volverme a Madrid.
Vale, majete y aprovecha para que te vea el psiquíatra…que estás más tonto que el Urdanga…
-Muchas gracias “salao”, eres muy graciosillo, tú… Hasta pronto…
– Señora, ¿cuánto le debo de la cama y el desayuno?
Y por cierto, podía usted haber esperado un ratito para despertarme, y me habría dado tiempo para hablar con el Arcipreste, que estaba al llegar…
¿Qué dice usted?
No, nada señora, nada, son cosas mías, es que sigo un poco aturdido, perdone.
Deja una respuesta